martes, 4 de noviembre de 2025

Del capitalismo caníbal a la conversión a la tierra (Alandar Noviembre)

 

Estoy leyendo dos libros que me tienen atrapada: Teología en un mundo en guerra contra la vida (AAVV 2025) y Mujer, tierra y espíritu creador (Elizabeth A. Johnson 2022). Ambos coinciden en la necesidad urgente de la conversión a la tierra, la necesidad que tenemos como especie de enamorarnos del planeta y dejar de ser espectadores y espectadoras pasivos para recuperar nuestra condición de ser holobiontes. Es decir, sociedades colaborativas de organismos que viven juntos, ayudándose unos a otros. Uno de los mayores dramas de Occidente es seguir construyendo la organización material de las sociedades en contra de la naturaleza y de los vínculos y las relaciones que sostienen la vida, lo cual nos conduce a la barbarie y el expolio, generando millones de víctimas humanas y no humanas. Por ello pensar en sociedades sostenibles nos desvela la necesidad de vivir enraizándonos en nuestra condición terrestre y limitada, para que pueda dar fruto un nosotras ecosocial y sostenible, en el que todas las vidas importen.

No podemos seguir alimentando este capitalismo caníbal, depredador de ecosistemas y especies, a costa de las zonas de sacrificio. Con esta expresión se identifica a regiones geográficas que están sujetas a daños medioambientales o a falta de inversión económica (generalmente comunidades de bajos ingresos y racializadas), que soportan los daños ambientales y desechos tóxicos que las grandes trasnacionales producen. Lo cual conlleva al empobrecimiento y la vulnerabilidad de las comunidades residentes, que se convierten en vidas desechables. Algunos de los países de origen de muchos de nuestros nuevos vecinos migrantes y solicitantes de asilo, asiáticos y africanos, han huido de estas zonas de sacrificio para poder vivir.

La trama del sufrimiento de la tierra, los ecosistemas y la especies, entre ellos la humana, es la suma de múltiples complejidades y complicidades y nos recuerda que el desastre ecológico va muy unido a lo que Achille Mbembe llama la necroeconomia. Es decir, la dinámica de muerte con la que el capitalismo, en alianza con el colonialismo, destruye la vida con la acumulación de riqueza a cualquier precio y se implanta no solo en estructuras leyes y políticas económicas, sino también en las propias conciencias, prácticas y sensibilidades. Por ello la conversión a la tierra ha de ir de la mano de la urgencia de una metanoia del sistema y de las formas de vida que nos adentren en los caminos del decrecimiento y la eco justicia global. Pero ¿Cómo hacerlo para no quedarnos en nominalismos inútiles? Comparto algunos caminos posibles señalados en las lecturas con las que inicio este articulo y que pasan por conjugar vitalmente tres verbos: Revisar, sospechar y actuar

-Revisar nuestros privilegios y practicar las tres D: despatriarcalizarnos, descolonizarnos, descapitalizarnos. Si no lo hacemos seguiremos reproduciendo las formas de vida y el sistema que cuestionamos

-Sospechar de nuestros modos de vida. En un mundo interconectado cada gesto tiene consecuencias globales y locales. ¿y donde me visto, cómo como, cómo consumo? Nada es neutro. ¿Cuánto de nuestro día dedicamos al sostenimiento de la vida y cuanto a su descuido?

-Actuar colectivamente, apostar por lo común. Fortalecer lo público son buenos antídotos frente al sálvese quien pueda y la mercantilización de la vida. Hacer política desde abajo y desde adentro, aun en contra de nuestros propios intereses. Poner en el centro el bien común, los intereses de los más vulnerados y vulneradas.

Aún estamos a tiempo. La vida reclama y nos reclama



Pepa Torres Pèrez





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