viernes, 30 de mayo de 2014

SEMANA DE TEOLOGIA ANDALUZA

CUANDO LA VÍCTIMA SE HACE PRÓJIMO.
CONSECUENCIAS ÉTICO-POLÍTICAS DE LA PARÁBOLA DEL SAMARITANO

                                                Pepa Torres Pérez [1]

1-Sobre noches, luciérnagas, víctimas y esperanzas insobornables.

Muchas gracias por haberme invitado a participar con vosotras y vosotros en esta jornada. Como postulan hoy las teóricas postcoloniales [2] “un lugar en el mapa es siempre un lugar en la historia”, por eso el lugar desde donde se alumbra el pensamiento y la palabra nunca son neutros, sino que los impregnan hondamente. En este sentido compartir hoy con vosotros / as esta reflexión me revitaliza profundamente pues me aviva la memoria peligrosa – que no nostálgica- de las comunidades de base que formaron y acompañaron mi fe en la década de los 80 en Granada y las luchas contra la exclusión vividas en aquellos tiempos, sobre todo en complicidad con las mujeres y los jóvenes. Experiencias del pasado que hoy nos configuran y capacitan para seguir apostando insobornablemente por la utopía en los tiempos actuales, pero quizás con un realismo y una esperanza mucho mas probada y de forma más mestiza y feminista. Gracias de nuevo por esta invitación.
Estas jornadas acontecen en el contexto de un Noviembre insumiso en el que hemos participado en una huelga general contra los recortes y contra lo que algunos empiezan a llamar el genocidio financiero, acampadas contra los desahucios, encierros contra la privatización y homenajes comprometidos contra el racismo, por la memoria viva de Lucrecia Pérez, asesinada hace 20 años en Madrid, por ser mujer, por ser negra y por ser inmigrante ilegal y con ella las más de 20 mil personas muertas en el mar en estos 20 años por causa de las fronteras. Desde estas jornadas quiero reivindicar a estas víctimas no como muertes anónimas sino como “nuestros muertos/as”, aunque se pretenda ocultarlos tras las vallas, y lo hacemos en esta coyuntura, en la que sentimos también con preocupación la emergencia de nuevas formas de racismo como lo reflejan las más de 8 millones de identificaciones registradas por la calle el año pasado en el estado español, la 3500 personas paradas cada día en Madrid para pedirles su documentación[3] o la niña marroquí que hace unas semanas murió esperando recibir una salud digna en la cama de un hospital de Melilla.

Vivimos tiempos un tanto sombríos pero como dice Gioconda Belli la oscuridad está plagada de luciérnagas[4] y ese es quizás mensaje que desde Lavapiés mi lugar de vida a Torrox me gustaría acoger y compartir con vosotras y vosotros. Sin embargo, permanecer como luciérnagas, constantes en la esperanza, no nos resulta hoy nada fácil, aunque a la vez somos conscientes que “salvar la esperanza” y ofertarla es quizás nuestra mejor contribución a la humanidad. Pero ¿es posible referirnos hoy a la esperanza sin avergonzar a los pobres, sin el permiso de las víctimas y la complicidad con ellas en su derecho a vivir de pie? ¿Es posible referirnos a la esperanza cuando se penaliza cada vez con más violencia la pobreza y a quienes luchan contra ella? ¿No resulta escandaloso hablar de esperanza en un contexto en el que aunque los recortes sociales son cada vez más salvajes se siguen realizando deportaciones de bangladeshíes  cuya única peligrosidad social no es otra que vender rosas por las calles y cuya expulsión le supone al estado un gasto de 6000 Euros por cada deportación, que por cierto es pagada con nuestros impuestos?.¿Podemos remitir a la esperanza sin hacernos la pregunta incómoda que hace años nos lanzaba la teología de la liberación: “¿Donde dormirán las pobres y las pobres esta noche?[5], es decir las casi 600 familias afectadas diariamente por los desahucios en España?.¿Podernos hablar hoy de esperanza cuando estamos siendo testigos del desmantelamiento de los sistemas públicos, que tanto han costado conseguir en este país, y a los inmigrantes sin papeles, entre otros colectivos, se les niega el derecho a la salud mientras seguimos vendiendo armas a sus países de origen y experimentando medicamentos en sus cuerpos?.

Pero la esperanza a la que me refiero, la esperanza que porta Jesús, el de Nazaret, no nace de un optimismo ingenuo y ahistórico, sino que es siempre una esperanza enlutada, o una esperanza apocalíptica[6],una esperanza que no es sólo un horizonte ni una perspectiva de futuro, sino una actitud teologal de cara al presente, una actitud contemplativa, experta en mantener perplejidades y que nos sostiene mientras atravesamos el túnel oscuro de las metamorfosis históricas, implicándonos en ellas y sin perder el ánimo. En definitiva, una esperanza resiliente, contra toda desesperanza (Rom 4,18) que no se conquista sino que se “recibe” en el encuentro con el Cristo nuevamente encarnado [7] en las vidas de los últimos y las últimas y que se empeña en seguir señalándonos a los samaritanos y samaritanas de hoy como nuestros maestros.

2- El samaritano, icono de la compasión (Lc 10, 25-37)

La parábola del samaritano aparece en el Evangelio de Lucas, en un contexto claramente provocador: En la subida a Jerusalén. Jesús plantea a sus seguidores y seguidoras las exigencias de la vocación apostólica poniéndoles sobreaviso de algunas tentaciones que les pueden acontecer por el camino: el poder, el prestigio y el narcisismo ególatra. En este contexto les remite al misterio más hondo del Evangelio: el deseo de Dios de revelarse y darse a conocer a los pobres y a los pequeños en contraste con las resistencias y dificultades de los sabios y entendidos de los que creen poseerle. En la conversación las palabras de Jesús se ubican en el “paradigma de la sensibilidad” sostenido en la imagen de un Dios todo gratuidad y y por eso accesible a los últimos y últimas, a los que se sienten sin derechos, sin embargo la irrupción de la pregunta del legista quiebra este orden e introduce en el diálogo el “orden jurídico” y la imagen del Dios “capitalista”, el dios de la ganancia y el mérito: “según lo que me des te doy”. Jesús no entra en este orden y responde al maestro de la ley con otra pregunta para que él saque sus propias consecuencias, pero éste insiste. Jesús entonces rompiendo el círculo de la abstracción de su interlocutor le remite a la praxis histórica, a la honradez con lo real, a la razón compasiva, que siempre más allá de todo marco preceptual. En este contexto Jesús narra la parábola. Os propongo que nos adentremos en ella al hilo de algunos ítems

-Primer ítem: La centralidad de la víctima y la proximidad e implicación con ella como criterio de verificación de la experiencia creyente.

Lo primero que llama la atención es la centralidad de la víctima en el relato. No hay otra información sobre ella.No se dice nada de su lugar de nacimiento, su credo, su status, su orientación sexual , su ideología, su oficio, su comportamiento moral, su género, su etnicidad, sino sólo su condición de haber sido despojada violenta e injustamente y tirada y abandonada en el camino. Como afirma José Ignacio Calleja[8] el concepto de víctima desde el punto de vista moral se identifica siempre con la injusticia: la víctimas merecen reparación por ser víctimas, por ser personas o colectivos que sufren un daño inmerecido e injusto, totalmente desproporcionado en relación con su responsabilidad, porque no eligen, sino que padecen una realidad interpersonal o social que las margina, explota, expulsa o mata.

La relación con ellas es planteada en el texto como criterio de verificación de la experiencia creyente. La fe es una confesión vacía de contenido si no se traduce en encuentro e implicación con las víctimas. No hay fe sin justicia, no hay fe sin práctica compasiva. El amor a Dios y el amor al prójimo son una realidad inseparable desde la perspectiva cristiana porque el Dios en quien creemos es el Dios de la encarnación (Lc 2,1-13), el Dios de Mateo 25, por eso lo más plenamente humano es también lo más plenamente divino, y por eso podemos reconocer lo divino en el compromiso con los derechos humanos, no sólo como una práctica exigida por Dios sino mas bien como una práctica que nos introduce en su realidad misma [9]                

La correlación entre Dios y las víctimas, entre la vida amenazada de los y las pobres y su defensa por parte de Dios es esencial en la Escritura por lo que la fe y la justicia son las dos caras de una misma moneda y la pregunta por Dios va intrínsecamente unida a la pregunta “¿Dónde está tu hermano/a?”(Gn 4,9) o ¿Quién es mi prójimo/a?” (Lc 10,29),porque como afirma Metz[10] quien dice Dios, asume que la desgracia de los otros le vulnere y lamenta la responsabilidad omitida y la solidaridad negada. Por eso separar la autoridad de Dios de la autoridad de los y las que sufren hoy en nuestro mundo es quizás la principal causa de la crisis de Dios que vivimos, además de una gran blasfemia pues Jesús mismo en la parábola sobre el juicio final ha colocado la totalidad de la historia de la humanidad bajo la autoridad de quienes sufren.

Sin embargo el cristianismo se ha ido transformado de una espiritualidad sensible sobre todo hacia el reconocimiento de la dignidad de la persona y la intolerabilidad del sufrimiento a una religión obsesionada por el pecado, de modo que la moral y especialmente la moral sexual ha pasado a ocupar su lugar central. Así, su primera mirada ya no se dirige al dolor de las criaturas, sino a su pecado y este desplazamiento destruye las posibilidades proféticas del cristianismo. Os invito a que saquemos cada uno nuestras propias consecuencias. Por ejemplo, que connotaciones tan distintas tendría desde esta perspectiva la celebración del año de la fe o un sínodo sobre la nueva evangelización, que concreciones, alianzas y complicidades tan distintas supondría para la iglesia católica y para los más pobres y buscadores de nuestro mundo, porque como ha denunciado recientemente la comisión de JPIC de la UISG y la USG un sínodo sobre la fe que no contemple y asuma de manera práxica el compromiso con la justicia hoy en nuestro mundo no será más que una campana que resuena o un platillo que retiñe[11]      

-Segundo ítem: Los que “aun viendo no ven “(Lc 8,10) y deciden “dar un rodeo” (Lc 10.32).

Llama la atención la insistencia del texto lucano en que todos los personajes que aparecen en la parábola vieron al caído en el camino, es decir que su diferente reacción ante la víctima no fue cuestión de ignorancia, sino de sensibilidad. Lo que hizo que el levita y el sacerdote, personas con respetabilidad social y religiosa no se afectaran ante el encuentro con aquel herido fue precisamente su equipaje ideológico-religioso, la sumisión acrítica a unas tradiciones que les habían encallecido su sensibilidad ante lo humano hasta blindarla y para quienes un “medio muerto”, como dice el texto, no era una persona en situación de vulnerabilidad, un igual al que aproximarse, un sujeto de dignidad y reconocimiento, sino una amenaza para su ortodoxia y status quo, un cuerpo impuro, peligroso, al que aislar, un efecto colateral, un imprevisto que evadir, una omisión para el olvido y todo ello bajo capa de legitimación religiosa.

Salvando las distancias lo que nos puede identificar hoy con los levitas y sacerdotes de la parábola es la sumisión de facto a la religión liberal sus dioses, sus valores, y sus modos de proceder: invisibilizando a las víctimas, culpabilizándolas de la crisis, criminalizándolas como antisistema, vanalizando su sufrimiento y generando guerras y discriminación entre pobres.  Pero frente a los dogmas de este nueva religión económica y sus predicadores necesitamos como dice Pepe Laguna[12] seguir empeñados contra viento y marea en reivindicar la retórica de lo evidente, la contundencia de lo real, la absolutez del rostro frente a la abstracción de la estadística, la prioridad del rescate de los últimos y no de las instituciones, y por supuesto de quienes los expolian. 

 El 25 S en Madrid una de las consignas mas coreadas, que por cierto no sacaron en la tele, fue “un pueblo no se vende se defiende” o dicho de otra manera con las víctimas no se mercadea porque su existencia es la instancia crítica ante la que ha de remitir toda praxis. Ellas tienen poder para despertarnos del sueño de la cruel inhumanidad, si permitimos que su realidad nos salpique, porque una sociedad, un grupo o un individuo puede recibir el calificativo de humano sólo cuando mira, piensa y asume la realidad desde ellas y no dándoles la espalda. Hace algo más de un año la ASPM de Madrid denuncio los vuelos de la vergüenza en los que el gobierno español deportó a mas de un centenar de manteros realizando un video precisamente con este título: No somos moneda de cambio, con nuestra sangre no se mercadea. Quizás la mayor trampa en la que nos ha hecho caer el sistema neoliberal es la naturalización de sus dogmas: consumo luego existo, fuera del mercado no hay salvación y por tanto aquel o aquella que queda excluido de esta lógica mercantilista es reducido a la insignificancia y a la invisibilidad, sencillamente no existe. Esta fue también la ceguera del sacerdote y el levita y por ahí puede ir también la nuestra.  

 -Tercer ítem: la compasión como seña de identidad de lo humano y lo divino.  

Frente a la actitud absentista de “la gente de bien”, la parábola nos presenta la figura de un marginado, un samaritano, un maldito[13], como icono de lo más profundamente humano: el sentir y el actuar compasivo. El evangelio de Lucas presenta una gran diversidad semántica para referirse al contenido de lo que en castellano traducimos como “compasión”. Voy a referirme a dos de las expresiones más utilizadas: “oiktirmôn” y “splagchnizomai”. Con la primera de ellas “oiktirmôn” nos encontramos en Lc 6,36 para identificar el ser de Dios como “compasión”, frente a Mateo que lo identifica como “perfección”, de ahí las diferencias textuales, de modo que si Mateo recoge la invitación de Jesús a “ser perfectos como nuestro Padre del cielo”(cf. Mt 5,48), (Lv 19,2), Lucas lo reinterpreta como “ser compasivos como compasivo es vuestro Padre”(Luc 6,36).

Para Lucas la esencia de Dios es la compasión, de modo que esta es su mayor atribución, y no la perfección, con las consecuencias que esto tiene para la vida moral, por tanto parecerse a Dios no es ser “intachable” sino ser y actuar compasivamente. Al Dios de Jesús no le importan las biografías perfectas, sino la capacidad del ser humano de dejarse afectar y reaccionar ante el sufrimiento de los otros y otras. No es un dios inmutable, sino un dios con pathos, que “siente con”, que “padece con” y cuya afección moviliza la actuación en la historia de parte de las víctimas y contra las causas que las generan. Es este pathos, este dinamismo interno de conmoción y no un mero sentir superficial el que constituye la entraña de Dios según Lucas.

La segunda expresión utilizada por el evangelista para referirse a la compasión es “splagchnizomai”, que es precisamente la que aparece tanto en el texto de la parábola del samaritano como en la del padre misericordioso (Lc 10,33;15,20).El terminó “splagchnizomai”, tiene profundas resonancias corporales alude a las entrañas femeninas identificando a Dios como un dios maternal cuyas entrañas se revuelven, se conmueven por la preocupación de sus hijos e hijas, especialmente por los más desvalidos, de ahí la inclinación de Dios por los impuros, los malditos, los empobrecidos, las víctimas. Desde esta semántica tener compasión significa “abrazar visceralmente con las propias entrañas los sentimientos o la situación del otro”, no porque el otro se lo merezca ni su comportamiento sea intachable, sino precisamente por su situación de debilidad y sufrimiento injusto.

Desde la perspectiva lucana la compasión es una reacción ante el sufrimiento ajeno interiorizado, que llega hasta las entrañas y el corazón propio y mueve a actuar, a ponerse en la situación de quien sufre, a acompañar en ese sufrimiento e incidir en las causas para evitarlo. La compasión no tiene sólo una incidencia interpersonal sino que tiene repercusiones comunitarias, sociales políticas, alude siempre a una dimensión práxica. Si carece de ella no es compasión sino “lástima”. La compasión es una pasión y la lástima es una “sentimentalización”. La lástima es la domesticación de la compasión y su perversión cuando al extenderse sobre un colectivo de personas pierde la concreción de la persona y se abstrae. Es tosca y carroñera porque no reconoce la dignidad del otro o la otra sino que se alimenta de su dolor para realizarse. La compasión se convierte en lástima cuando se hace locuaz, cuando la persona que la siente se pone por encima del otro o la otra. La pasión y la compasión se apoyan en gestos y no en discursos, como la lástima. La lástima se relaciona con la benevolencia altruista que supone un otro genérico, cuya función es ofrecer una ocasión para que alguien ejerza su benevolencia y se tranquilice confirmando su buena voluntad” [14]

 La compasión en el sentido evangélico del término y no en su perversión está transida de indignación ética, ya que la conmoción interna experimentada se traduce en una exigencia ineludible contra la injusticia y sus causas, en intolerabilidad del sufrimiento y reacción frente a él. En este sentido es interesante resaltar que en algunos pasajes del evangelio de Marcos que narran relatos de curación, como Mc 1, 29-45, se traducen indistintamente los verbos “compadecerse” y “encolerizarse” para referirse a la reacción de Jesús ante el sufrimiento de los excluidos de Israel y su “aprojimacion” a ellos. “Aprojimación” que pasa por reconocerles como sujeto de dignidad y no como objetos de beneficencia o lástima, relacionarse ellos “cuerpo a cuerpo “ de igual a igual pese a las asimetrías impuestas por el sistema cultural-religioso dominante y al hacerlo transgredirlo y convirtiéndose el mismo en impuro y peligroso para el status quo (Mc 3, 1-6). 

Desde la perspectiva de la parábola del samaritano Ser humano es aprojimarse a las víctimas, reconocerlas como semejantes, identificarlas no como extraños, sino como compañeros de sufrimiento, reconociendo que en su dignidad maltratada la nuestra también está hecha pedazos y que es necesario restituirla, combatiendo el mal, denunciándolo para que no se repita y practicando caminos de humanización en el ámbito relacional y socio-político. Como afirma Walter Brueggemann[15] la compasión salta las barreras levantadas por las discriminaciones religiosas, morales, culturales, raciales y sexuales. Conlleva en sí chipas de crítica social y subversión al orden establecido que antepone las leyes a las personas. Por eso tanto en la época de Jesús como en la nuestra la compasión es una relación no permitida a la hora de estructurar la legalidad, por eso los imperios nunca se construyen ni se sustentan sobre ella, al contrario. No olvidemos que van a ser precisamente las prácticas compasivas de Jesús: curar y espigar en sábado (Lc 6,1-5; Lc13,10-13),justificar tomar los panes del templo y dárselos a los pobres Mc 2,23-27),tocar y dejarse tocar por una mujer con flujos de sangre (Lc 8, 40-46;Mc 5,24b-34),posicionarse junto a una adultera (Jn 8,1-11), comer y beber con publicanos, pecadores y trabajadoras sexuales y presentarlos como modelos de fe y humanidad (Lc 7,31-35;Mt 21,28-32;Mc 14,2-9) así como denunciar la doble moral de fariseos, escribas y maestros de la ley( Mc 12,38-44),los causas que van a conducirle a un proceso judicial injusto y su posterior condena a muerte como un maldito, un hereje y un antisistema (Lc 23,1-11)

3-Los nuevos y las nuevas samaritanas de hoy expertos en rostros, redes y “cuidado”.

El samaritano de la parábola encarna el rostro transgresor desobediente y creativo de la compasión. Su atención al fluir de la vida, no a su burocratización o abstracción, le hizo darse cuenta de la intolerabilidad de aquel caído en el camino, lo cual le concernió personalmente, le obligó a detenerse, a colocarlo como prioridad en su camino, modificar su itinerario, bajarse del caballo, montarle en su cabalgadura, compartir sus bienes y cuidado e implicar a otros en su recuperación. El carácter transgresor de la compasión la convierte también en creativa. La intolerabilidad de la injusticia lleva a quienes la experimentan a descubrir posibilidades inéditas, a abrir caminos de alternatividad y no cejar hasta encontrarlos. Los nuevos samaritanos hoy están dispuestos a no dejarnos dormir, si no les dejamos soñar y vivir desde ya una sociedad sin víctimas. 

Son expertos en rostros. Al mirar y ser mirados por las víctimas las perciben no sólo en su dimensión carente, sino como iguales, como sujetos portadores de posibilidades y de acción transformadora , como potenciales sujetos político que desde procesos de empoderamiento podemos conseguir juntos y juntas el “derecho a tener derechos”, evitar deportaciones, despenalizar la manta, desobedecer al decreto sanitario, ocupar fincas y supermercados, la integración del régimen especial de las empleadas de hogar al régimen general, otra ley hipotecaria, las luchas contra las fronteras, etc. ¡Que diferente descubrirlos y descubrirnos desde estas posibilidades a reducir a las víctimas al victimismo!. El victimismo alimenta la impotencia y termina justificando la asimetría en las relaciones tanto en el ámbito personal como en el socio-político. La compasión incluye la justicia y la justicia como afirma A. Baidou[16]es eso: pasar del estado de víctima al estado de alguien que está de pie.

 Por eso no hay compasión evangélica sin reconocimiento ni reciprocidad. La compasión no se impone, se ofrece, pide hospedaje. Hay dos modos bien distintos de acercarse a las víctimas y de reaccionar ante ellas: el modelo colonizador “compasivo “ y el modelo “huésped”. El primero exporta y proyecta su concepción y modo de vida convencido de que su cosmovisión es la ideal, por eso su mirada incapacita a las víctimas en lugar de empoderarlas y por eso se proclama “como su voz”, impidiéndoles articular la propia y negándoles su capacidad de protagonismo y de acción con otros y otras. El huésped, sin embargo, dialoga con la cultura que le acoge, reconoce la riqueza de las diferencias, no domina la realidad, sino que está atento a ella para captarla en su hondura, respeta y valora otros modos de entender la vida y se abre a ellos modificando su cosmovisión. Sabe esperar y guardar silencio, descubre posibilidades y valores en sus hospeadores y con ellos y ellas se hace compañero de camino[17] en un horizonte común, El huésped reivindica la ternura y el cuidado como paradigma convivencial. 

Los samaritanos y samaritas de hoy reivindican el cuidado y la ternura no como atribuciones de género asignadas históricamente a las mujeres y por tanto devaluadas en lo público, y exaltadas en lo íntimo, sino como valores universalizables para toda la humanidad y para todos los ámbitos de la realidad, incluido el político. Reivindicar el cuidado y practicarlo hoy en nuestro mundo es entrar en una relación amorosa con la realidad y con cada ser de la creación. Es investirla de corazón y afecto, porque donde hay cuidado no hay miedo, hay equidad y paz. Sin embargo por la devaluación del cuidado crece el número de pobres en el mundo, millones de personas mueren antes de tiempo y la tierra es depredada sistemáticamente poniendo en riesgo nuestro futuro común. El cuidado y la ternura son también engendradores de redes que nos permiten sostenernos y avanzar desde el coraje colectivo que nos ofrecen las sinergias, el sumar y no restar luces, estrategias, creatividades, desobediencias por otro mundo posible. Por eso el samaritano y la samaritana son expertos en redes, redes que como escribía hace años García Roca [18] se parecen a la red de un circo: por su capacidad de acoger y amortiguar el golpe cuando la injusticia y la violencia “tumban” a la gente y a los pueblos, redes con capacidad de activar los dinamismos sociales y estructurales de protesta y propuesta que ayudan a recomponer las energías, esperanzas y proyectos de quienes han caído para que puedan volver a “dar el salto”, y por último porque las redes, como la red de un circo están siempre ahí de forma discreta pero real, consistentes, con permanencia, con la conciencia clara que su objetivo no es la visibilidad sino que su visibilidad o invisibilidad están al servicio de las víctimas y sus intereses y no de los del sistema y sus tretas controladoras. 

Los nuevos samaritanos samaritas nos anuncian hoy que sólo la compasión y el pueden garantizar la supervivencia de todos y todas y también la del planeta y que la política más que administrar la economía y gerenciar las instituciones significa sobre todo cuidar del bienestar del pueblo desde los intereses de los últimos y ultimas y desde la dignidad de la tierra [19]. Quizás por eso uno de los nombres con los que El Corán invoca a Dios es “AL WAKIL “ El que cuida” y la tradición profética de Isaías se empeña en revelarnos a Dios como un Dios “todo cuidadoso”, que es el primero y está con los últimos (Is 41,4), (Is 56) y nos invita a co-crear con Él –Ella una cielo nuevo y una tierra nueva (Is 65,17) donde habite la justicia y los pobres y las pobres enjugarán su llanto (Is 25,7).














































[1] Pepa Torres Pérez, religiosa, teóloga y educadora social vinculada a los movimientos sociales de Madrid.(pepatorresperez@hotmail.com)
[2] R. A HERNANDEZ CASTILLO,” Feminismo postcolonial: Reflexiones desde el sur de Rio Bravo”. Descolonizando el feminismo. Teorías y prácticas desde los márgenes, Valencia, 2008, 13 [3] Datos recogidos por el informe realizado por las Brigadas vecinales de Observación de derechos humanos en Madrid en el 2012
[4] G.BELLI en http://www.poemas911.com/poema-luciernagas-gioconda-belli-poemas-de-amor/ [5]G. GUTIERREZ ¿Dónde dormirán los pobres?, Lima, 2002 [6] S.P. ARNOLD,” La esperanza en contexto apocalíptico”, TESTIMONIO(245),2012, 44-51
[7] I.DE LOYOLA, Ej E 109
[8]J.I. CALLEJA, Los olvidos sociales del cristianismo. La dignidad humana desde los más pobres, Madrid, 2011, 98
[9] J.SOBRINO, Liberación con Espíritu. Apuntes para una nueva espiritualidad, Santander, 1985
[10] J.B.METZ, Compasión. Sobre un programa universal del cristianismo en la era del pluralismo cultural y religioso en htppwww.foroellacuria.org/publicaciones/metz-compasion.htm [11] COMISIÓN JUSTICIA PAZ E INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN.USG/UISG- SECRETARIADO, carta dirigida a los invitados al Sínodo sobre la “Nueva evangelización” en www.jpicformation.wikispaces,7/10/2012 .   [12] JOSE LAGUNA, Hacerse cargo, cargar y encargarse de la realidad. Hoja de ruta samaritana para otro mundo posible, Cuadernos de Cristianismo y justicia 127, 2004,7
[13] el samaritano era considerado como prototipo de la apostasía y la traición
[14] J.A GUERRERO y D.IZUQUIZA, Vidas que sobran, Santander 2004,71 [15] W.BRUEGGEMAN, la imaginación profética, Santander 1986
[16] A. BAIDOU en http://www.catedras.fsoc.uba.ar/heler/justiciabadiou.htm
[17] Compañero viene de cum-panis: palabra que evoca comer el mismo pan, es decir, participar de la misma vida, del mismo sueño. Conlleva alteridad y reciprocidad
[18] J.GARCIA ROCA, Exclusión social y contracultura de la solidaridad. Prácticas, discursos, narraciones, Madrid, 1998
[19] L.BOFF, el cuidado esencial, Madrid, 2002

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