miércoles, 7 de junio de 2023

NO SIEMPRE GANA GOLIAT ( Alandar junio 2023)

Empezar mi columna con este título tras los resultados de las últimas elecciones en nuestro país puede parecer, un tanto atrevido y provocador por mi parte. De hecho, lo es. Pero un aprendizaje vital que tengo muy incorporado es preferir siempre pedir perdón, antes que permiso y anteponer el atrevimiento a la resignación o la parálisis. El título de mi columna de este mes está tomado de una reflexión que los compañeros y compañeras de Cristianismo y Justicia publicaron hace unos meses para releer en clave de esperanza el año 2022. No siempre gana Goliat me atrevo a proclamarlo, pese al sentimiento de frustración y dolor que nos acompaña a muchas ante el nivel tan alto de abstención en las pasadas elecciones y el ascenso de la derecha y la ultraderecha en nuestro país, con lo que supone del profundo calado de los discursos de odio en las mayorías que han ejercido el derecho al voto.

Me duele también la desmemoria. Lo fácil que olvidamos, por ejemplo, la densidad del sufrimiento, la dureza de la criminalización de la protesta social durante crisis del 2008 y su gestión salvajemente neoliberal por parte de un gobierno de derechas. La desmemoria de la mucho más reciente crisis del covid, donde creímos aprender que el sálvese quien pueda y el olvido de los últimos y últimas no puede ser nunca una solución, sino una fábrica de exclusión y pobreza generadora de nuevas violencias. Me duele la ceguera del negacionismo ante la crisis eco-social, el colapso climático y la naturalización de las muertes cotidianas en las fronteras del mundo. Me duele y me indigna la fuerza del postfascismo y la idea de que el derecho y la justicia ceda paso a la barbarie, la manipulación a través de los fakes news y la guerra del todos contra todos.

La democracia es también dolor y tristeza. Por eso muchas necesitamos hacer duelo por el fin del ciclo del 15 M y sus consecuencias en tantos proyectos de esperanza que se pusieron en marcha en los barrios y que hemos intentado cuidar al máximo en tantos lugares, pese a la descapitalización de los movimientos sociales por parte de los mismos grupos políticos que emergieron tras el 15 M, intentando rehacer y reinventar una nueva política. 

Pero la democracia es sobre todo esperanza, participación, comunidades de lucha y resistencia que desde la suma de las propias vulnerabilidades y potencias siguen apostando por generar iniciativas humildes con capacidad de alumbrar respuestas colectivas. La democracia es diálogo y encuentro desde el respeto y el reconocimiento de la diversidad. Es apostar por la capacidad humana de crear lazos que perforen muros que declaran quien es humano y quien no, quien es sujeto de derechos y a quienes se les niega.

Marcia Taburi, intelectual y activista brasileña contra el bolsonarismo en su hermoso libro ¿Como conversar con un fascista, Reflexiones sobre el autoritarismo en la vida cotidiana (2015) escribe que No acabaremos con el odio predicando el amor, sino actuando en nombre de un diálogo que no solo muestre que el odio es impotente, sino que lo torne impotente a través, de la persistencia de la resistencia

El resultado de estas elecciones nos empuja a seguir apostando en nuestros barrios por la creación de espacios afectivo-políticos de pensamiento crítico, más poderosos que los bulos, seguir impulsando el nacimiento de comunidades de lucha, cuidados mutuos, resistencia y propuesta, que nos permitan ganar las batallas cotidianas en las que nos va la vida : conseguir los papeles frente a una ley de extranjería que mata o enloquece, como le ha sucedido a un amigo que estamos acompañando recientemente y que tras 17 años de viaje desde Bangladesh a España, pasando por el infierno de Libia, su cuerpo no puede más y su psique se le ha hecho pedazos; o como María S., joven salvadoreña sin papeles que con el apoyo de varios colectivos se atrevió a denunciar a jefe por despido improcedente y tras una fuerte presión y acoso por parte de la empresa, ha ganado el juicio y con ello su permiso de residencia. 

Pero, sobre todo, como dice ella, lo que más he ganado es mi propia dignidad, no olvidar que la tengo y que no todo vale, aunque no tengamos papeles. Por eso pese al resultado de las elecciones sigo convencida que no siempre gana Goliat. Los gigantes suelen tener los pies de barro. Toca seguir teniendo listas las hondas y ayudándonos a despertar conciencias. Sumamos



Pepa Torres Pèrez

La profecía del cuidado: Escuela de espiritualidad marista

Contenta de haber  participado con las amigas y amigos de la Escuela de Espiritualidad Marista en este podcast sobre la profecía del cuidado.


https://open.spotify.com/episode/7HmHjFRH7iXxWzgF8eWhiy?si=n1m7uqM1TdatvfO7eGWny

jueves, 1 de junio de 2023

GENEALOGIAS FEMENINAS y MAESTRAS DE VIDA: SIMONE WEILL (Alandar Junio 2023)


En el contexto electoral la voz de otra gran maestra de vida: Simone Weill, se acerca a mi oído y como guardando un secreto me cuenta su historia y su compromiso político

Nací en Paris el febrero de 1909 en el seno de una familia acomodada judía y en un tiempo oscuro amenazado de totalitarismo y barbarie como así fue. Mi familia estaba convencida que la cultura era un instrumento imprescindible para hacer a los pueblos y a las personas tolerantes y libres y así nos educaron, tanto a mi querido hermano André, como a mí, en el gusto y la pasión por el estudio y la reflexión crítica. Desde niña la brillantez intelectual de mi hermano fue para mí un estímulo importante y a veces también motivo de desánimo e incluso de desesperación, porque desde muy pequeña me apasiono el conocimiento de la verdad y durante gran parte de mi vida creí que solo podría acceder a ella a través del conocimiento y la reflexión teórica

Mucho más tarde comprendería que es el propio deseo de búsqueda de la verdad lo que nos va conduciendo a encontrar su rastro y que la verdad más que una idea pide ser encarnada. La búsqueda de la verdad y la compasión hicieron de mí una mujer inquieta y crítica hasta el final de mi vida, difícil de clasificar. De ellas brotó también mi amor por la filosofía, cuya pasión se haría aún mucho más intensa siendo alumna de mi querido profesor y posteriormente siempre amigo Alain (Émile Chartier). ¡Sus enseñanzas me hicieron despertar a tantas utopías y grandes deseos: la justicia social, la libertad democrática, etc, y a olvidarme de todo lo que no sirviera para tal fin, ¡cosas tan básicas como la forma de vestir o incluso comer!

Mi paso por la Soborna y la Escuela Normal Superior de Paris, con apenas 19 años contribuyó también enormemente a que mi pasión por la filosofía se hiciera más radical y social y políticamente comprometida. La cuestión de la explotación de las masas obreras en el trabajo y el hambre en el mundo se convirtieron para mí en una urgencia ética. Recuerdo una tarde que Simone de Beauvoir y yo coincidimos en una tertulia donde ella planteó que el mayor problema de la humanidad era encontrar sentido a la existencia. Y yo con toda mi pasión juvenil de aquel momento, no pude menos de cuestionar aquella afirmación como propia de alguien que tenía todas las necesidades cubiertas y que la revolución más necesaria para la humanidad no podía ser otra que poner fin al hambre en el mundo.

Mis comentarios, mi agudeza intelectual y mi forma de vestir siempre desaliñada, me hicieron muy conocida en los ambientes intelectuales de la Sorbona, máxime cuando además era la única mujer de mi clase y empecé a participar en grupos de desobediencia civil y a denunciar la política colonialista francesa. En este tiempo mi experiencia de Dios se me fue confirmado inseparable de la praxis ética y la justicia, hasta el punto de como escribí por aquellos años: creer en Dios no es otra cosa que la acción justa.

Trabajé como profesora de filosofía en la escuela de Le Puy y me incorporé activamente al movimiento sindical, sumándome a las reivindicaciones obreras de los trabajadores más explotados y a dar clases gratuitas a los mineros. Algo que, a la dirección de mi centro, presionada por los padres de mis alumnos, les pareció impropio de una profesora de filosofía e hicieron lo posible por destituirme. Viajé a Alemania para conocer más de cerca el movimiento sindical y el marxismo, hasta que en 1943, tras una larga crisis de salud e ideológica, tomé la decisión de abandonar la política partidista por la violencia y el odio que engendraba, pero seguí siendo fiel al compromiso con los humillados y explotados.

Fue entonces cuando tomé la decisión de abandonar la enseñanza de la filosofía para vivir desde dentro la experiencia de pobreza y explotación. Así lo hice trabajando como obrera en la fábrica de electricidad Alsthom donde, como escribiría más tarde, viví la experiencia de que la sociedad moderna se edificada sobre trabajos para los cuales el ser humano debe obligarse a no pensar. La dureza del trabajo y sus consecuencias terribles para la salud: quemaduras, accidentes laborales, problemas de audición, ritmo inhumano que llevan a las personas a deslizarse hacia el estado de bestia de carga dejarán una honda huella en mi espíritu y me llevarán a participar de la desdicha ajena como propia y junto a ella la solidaridad entre iguales.

Después de la fábrica de Alsthom pasé por muchas otras, pero fue en la Renault donde viví las experiencias más duras y humillantes, la brutalidad de otros seres humanos que (…)imponían la crueldad y la opresión. Allí tuve la experiencia como escribí a mi gran amiga Albertine Thévenon, que una opresión inexorable e invencible no engendra como reacción inmediata la rebelión, sino la sumisión. A partir de este momento supe que dedicaría todo lo que me quedara de vida a luchar para que el ser humano pudiera tener oportunidades para vivir de una forma digna y fraterna. Mi salud se debilitó enormemente y en un viaje que hice a Portugal en 1935 para recuperarme, entre pescadores tuve una experiencia religiosa que marcaría para siempre mi existencia como escribí a mi querido amigo el padre Perrin:

Tenía el cuerpo y el alma despedazados, aquel contacto con la desdicha había matado mi juventud (…) Al estar en una fábrica, confundida a los ojos de todos y a los míos propios con la masa anónima, la desdicha de los otros penetró en mi carne y en mi alma (…). Lo que allí sufrí me marcó para siempre (…). Con este estado de ánimo y en unas condiciones físicas miserables, llegué a ese pequeño pueblo portugués, que era igualmente miserable, sola, por la noche, bajo la luna llena, el día de la fiesta patronal (…) Las mujeres de los pescadores caminaban en procesión junto a las barcas; portaban cirios y entonaban cánticos, sin duda muy antiguos, de una tristeza desgarradora (…). Allí tuve de repente la certeza de que el cristianismo es por excelencia la religión de los esclavos, de que los esclavos no podían dejar de adherirse a ella, y yo me sentí entre ellos.

Fue poco después cuando retomé de nuevo la docencia y la escritura filosófica sin dejar nunca de apoyar a los miles de refugiados que llegaban de Alemania acogiéndoles en mi casa y en la de mi familia. El golpe de estado de Franco y la defensa de la república en España fue para muchos de mis contemporáneos y contemporáneas un revulsivo ante el que nos quisimos ser meros espectadores, Marché entones al frente como periodista en la columna Durruti. Allí el horror de la guerra y la decepción de la izquierda me provocaron una intensa crisis de la que saldrían algunos de mis artículos y reflexiones filosóficas más discutidas. Al volver a Francia me incorporé de nuevo al activismo pacifista contra la política colonial francesa en Indochina. Dos años después en un viaje de descanso a Italia, en Asís, en la capilla de Santa María de los Ángeles. tuve una segunda experiencia de encuentro con Dios que marcará mi vida para siempre y algo más fuerte que yo me obligó por primera vez a ponerme de rodillas. Al año siguiente en Solesmes, tras asistir a los oficios de Semana Santa: me sentí de nuevo visitada por Cristo y amada por Él intensamente:

Sentí una presencia más personal, más cierta, más real que la de un ser humano, inaccesible tanto a los sentidos como a la imaginación, análoga al amor que se transparentaría a través de la más tierna sonrisa de un ser amado. Desde ese instante, el nombre de Dios y el de Cristo se han mezclado de forma cada vez más irresistible en mis pensamientos.

Por aquellos años escribí algunos de mis textos más conocidos: Meditación sobre la obediencia y la libertad y Sobre las condiciones del marxismo. Examen critico de las ideas de revolución y progreso.

Ya entonces el horror de los totalitarismos, y la guerra marcarán mi reflexión y mi vida para siempre. Fue entonces cuando empezó a tomar cuerpo en mi un proyecto que nunca pude realizar, pero que intenté darlo a luz con todas mis fuerzas: un cuerpo de enfermeras en primera línea del frente. El 1 de Junio de 1940 los alemanes entraron en Paris y forzada por mis padres tuve que huir con ellos hacia Marsella. Allí conocí a mis grandes amigos Jean Lambert, Gilbert Khan, Gustave Thivon, Helene Honrat, que a mi muerte publicarán muchos de mis textos inéditos. A través de ellos conocí también al padre Perrin, mi gran confidente espiritual. En esta ciudad fui detenida varias veces por mi implicación con la Resistencia. En este tiempo el deseo de estar junto a los trabajadores más humildes me llevará a trabajar como temporera en el campo y a experimentar, como escribí por aquel entonces, un agradecimiento sincero por(…) haberme sacado de la categoría social de los intelectuales y haberme dado la tierra y con ella la naturaleza (…). Será este un tiempo inmensamente creativo, como si intuyera mi muerte próxima

En mayo de 1942 mi familia y yo con cientos de refugiados embarcamos hacia Casablanca y desde allí a Nueva York. Pero yo no dejé en el empeño de regresar a Europa y así lo hice llegando hasta Londres, dispuesta a colaborar más intensamente con la Resistencia al nazismo. Sin embargo, mis planes se vieron muy pronto truncados por mi frágil salud. Mi deseo de solidaridad me llevó a dejar de comer hasta que el pan no llegara a todos, Mi muerte aconteció el 24 de Agosto en 1943 en Ashford, alejada de mi familia y mis amigos, identificada con los últimos y los perdedores de la historia a los que había ido poco a poco entregando toda mi vida : mi pensamiento intelectual, mi frágil cuerpo y la libertad de un corazón siempre anhelante en búsqueda de la verdad y de encarnarla.