jueves, 24 de febrero de 2022

Invertir las preguntas desde el feminismo

En la década de los 90 me topé con el feminismo. No es que antes no conociera su existencia, pero no me concernía personalmente (hoy me resulta incomprensible decir esto). Fue en los 90, cuando “me nació la conciencia”. Llegué a ella como consecuencia de un fracaso y un techo de cristal. El fracaso del mero análisis socio-económico para entender la feminización de la pobreza y la violencia contra las mujeres y luchar contra ella. Pero también la experiencia de un techo más que de cristal de granito, experimentado como equipo de trabajo en un programa de mujer en una institución religiosa, en la que trabajaba por aquel entonces. De aquella deriva nací de nuevo, cambié hasta el nombre. De llamarme Maria José para rebautizarme como Pepa Torres.

La cultura y la espiritualidad feministas, las redes de mujeres fueron mis parteras y con ellas lecturas que me abrieron los ojos y redimensionaron mi vida desde una nueva perspectiva: 10 palabra claves para entender el feminismo o Teología a ritmo de mujer de Ivonne Gevara. La reflexión colectiva en clave de género, junto con la militancia en los grupos de Mujeres de Teología y espacios de espiritualidad feminista en la vida religiosa como el taller Mujeres tejedoras de lo nuevo, me parieron de nuevo a la vida y a la opción creyente.
 
Han cambiado muchas cosas desde entonces en la historia del feminismo en España y en el mundo y también en la vida de las mujeres cristianas, pero mucho menos en la iglesia, que sigue sino el gran bastión del patriarcado. Por aquel entonces en muchos lugares nos organizábamos en grupos de autoconciencia partiendo de la pregunta ¿Se puede ser cristiana y feminista? y hoy, más de 30 años después, la pregunta que nos hacemos las mujeres de la Revuelta de las mujeres en la Iglesia es justamente a la inversa: ¿Se puede ser cristiana sin ser feminista?.

En estas tres décadas las mujeres cristianas hemos cambiado mucho y lo hemos hecho en gran parte desde que nos pusimos las gafas violetas y empezamos a analizarlo todo desde la perspectiva de género. cuestionándonos roles, atribuciones, papeles y espacios sociales impuestos desde la política de género y decidimos desaprender para aprender a ser mujeres allá del patriarcado, Por eso somos feministas y serlo es una consecuencia de nuestra propia opción creyente, a la vez que redimensiona nuestra fe y nuestro compromiso fe-justicia.

El feminismo, o mejor los feminismos, son una necesidad vital. Son como el despertador de la conciencia de las mujeres y del entramado perverso del patriarcado. Porque el patriarcado no es una abstracción, sino que se concreta en prácticas creencias, patrones de comportamientos discriminadores y excluyentes hacia las mujeres. Creencias que desgraciadamente siguen vigente en las leyes, en la organización social, en las relaciones, en las instituciones, en las religiones y en las propias conciencias de los varones y también de muchas mujeres.

Ser feminista es sabernos formando parte de una tradición de mujeres que no se conforman con quedar reducidas a la invisibilidad y la subalternidad, que cuestionan y denuncian la naturalización de la pobreza y la violencia contra las mujeres y que las mujeres no podemos ser cuerpos a disposición de los varones y sus intereses, ya sean económicos, políticos, sexuales, religiosos, etc. Es estar convencida que lo personal es político y que la lucha no se hace solo desde la rabia sino también desde el entusiasmo y la risa, y que esta es no es nuestra revolución si no se puede bailar (Emma Goldman) .

Ser feminista es mucho más que luchar por la igualdad, pero la igualdad es el primer paso. Es estar convencida que la opresión de las mujeres está atravesada por múltiples opresiones como son la raza, la clase y la orientación sexual y la colonialidad. Es entender que las mujeres necesitamos liberarnos del patriarcado, pero también los hombres y aspirar a ser persona-mujer, persona-varón, persona-trans, etc, más allá de atribuciones de género, estereotipos, papeles sociales aprendidos que es necesario desaprender.

Ser feminista cristiana es vivir la tensión de ser extranjera en tierras que nos configuran, pero en las que nuestra presencia siempre resulta incomoda: la de la iglesia y la del propio feminismo laico, que no termina de reconocernos en muchos casos por considerarnos un oxímoron. Ser feministas cristianas es en definitiva invertir las preguntas y estar convencidas, como diría San Ireneo interpretado con perspectiva de género, que la gloria de Dios es que las mujeres vivamos y lo hagamos en abundancia (Jn10,10) y para ello y por ello nos declaramos en revuelta: La Revuelta de las mujeres en la iglesia.



Pepa Torres Pèrez
























viernes, 11 de febrero de 2022

domingo, 6 de febrero de 2022

RECUPEREMOS EL ESPACIO DE ECUENTRO FEMINISTA, C / Ribera de Curtidores 2


 

¡RECUPEREMOS EL “ESPACIO DE ENCUENTRO FEMINISTA”!

El Espacio de Encuentro Feminista nació en el 2017 como un centro de participación y cogestión ciudadana donde colectivos, asociaciones y vecinas feministas organizaban todo tipo de actividades culturales y construían feminismo desde el barrio. Con el cambio de Ayuntamiento y tras los efectos de la pandemia, este espacio se ha ido desarticulando y despolitizando

Por eso, convocamos de nuevo a colectivos, asociaciones y mujeres feministas a una Asamblea en el propio espacio para devolverle su actividad y su contenido político. Debatiremos sobre 3 líneas principales:

- Recuperar los cometidos y objetivos del centro
- Disputar el nombre que le han asignado (tras eliminar la palabra “feminista”)
- Reivindicar un centro de igualdad para el Centro de Madrid, con una dotación económica acorde y personas dedicadas a trabajar con las mujeres del barrio desde una perspectiva de género y feminista.

C/ de la Ribera de Curtidores, 2
📆 martes 8 de febrero de 2022
19:00 hs.
Ven con algo morado!

¡Os esperamos!

Teología en las periferias: Conversatorio y presentación del libro


 Un gustazo participar en este  " mano a mano" entre una editora y una escritora feminista en el mundo del libro religioso. Porque la complicidad entre mujeres es creativa y abre caminos inéditos.  

jueves, 3 de febrero de 2022

APARTHEID SANITARIO (Alandar Febrero 2022)



La realidad a menudo supera a la ficción y resulta tan increíble que nos resistimos a reconocerla como tal por lo kafkiana que resulta. Así está sucediendo con la exclusión sanitaria en nuestro país para las personas en situación irregular y solicitantes de asilo, que están viviendo un auténtico apartheid sanitario “invisible”. Lamentablemente esta situación no es nueva, sino que viene siendo cotidiana desde que el gobierno del Partido Popular aprobó el Real Decreto 16/2012. Una situación que el actual gobierno se comprometió a subsanar, pero que tampoco ha hecho, sino que se ha limitado crear las Unidades de Tramitación Sanitaria para Inmigrantes, claramente segregacionistas e hiperestrictivas en sus condiciones de acceso a la salud, con el Real Decreto 7/2018.

En la Comunidad de Madrid estos decretos se han llevado a cabo ferozmente. Lo experimento cada día cuando acompaño a mis vecinas al médico, como ayer mismo que acudí con una amiga bangladeshí diabética al centro de salud y en el mostrador una administrativa hierática nos dio la noticia que mi amiga había sido borrada del sistema. Había por tanto dejado de tener médico y el siguiente paso era acudir a una Unidad de Tramitación Sanitaria para Inmigrantes donde se valoraría su situación, incluyendo la posibilidad de facturar la atención. 

A los pocos días me sucedió lo mismo cuando acompañé a otra amiga, esta vez hondureña y embarazada de cinco meses a otro centro de salud. La respuesta fue la misma, aunque esta vez el rostro de la administrativa fuera mucho más empático e incluso se indignara y nos dijera en voz bajita que fuéramos cuidadosas con los trámites, porque podían llegar hasta facturar el gasto de la asistencia En ambos casos el derecho a la salud de mis dos amigas ha sido aniquilado de una forma tan simple como brutal sus consecuencias: apretar el click de un ratón y borrar sus datos. Decidir si las vidas de las personas importan o no queda reducido a gestos como este.

Desde el pasado diciembre más de 27.000 personas en situación irregular han sido borradas de las bases de datos del Servicio Madrileño de Salud (SERMAS). Se trata de bajas que se han llevado a cabo sin ninguna información previa, sin solicitar documentación sin complementaria y sin ofrecer ningún tipo de plazo para poder reacreditar el derecho. Se trata de un auténtico apartheid y exclusión sanitario en el contexto de la crisis salvaje que está experimentando la salud publica en general en España y la predicción de su privatización.

Mientras que los pacientes borrados del sistema hacen cola en las Unidades de Tramitación sanitaria para Inmigrantes conseguir una valoración de su caso o consiguen cita a dos meses vistas, sus médicos se preguntan ¿dónde están, qué ha sido de ellos, por qué no acuden a consulta, especialmente quienes son pacientes crónicos o tienen situaciones críticas?. Así me lo compartían también un par de médicas hace unos días en un encuentro casual en el centro de salud, de nuevo frente al mostrador, para pedir una cita, esta vez para mí. ¿Qué podemos hacer, me preguntaban indignadas ante lo que está pasando? ¡Tenemos que organizarnos para denunciarlo y encontrar el modo de que reciban atención cuanto antes! ¡Son nuestros pacientes! ¡Nuestro trabajo es cuidarles! ¡Su salud nos importa!

Abandoné el Centro de Salud con un sentimiento extraño porque pese a la fuerza de la violencia de los mercados y sus leyes que condenan a la exclusión y deciden que vidas importan y cuales no, la bondad y la justicia resisten todavía en el corazón humano y las conciencias sumando inteligencia colectivas para encontrar grietas donde agujerear las leyes injustas y las instituciones rígidas hasta que caigan.

Pepa Torres Pèrez