Estamos en el año de la Biblia…
Recuerdo cuando con 14 años empecé a leerla y se me “caía de las manos”, de modo que decidí abandonar su lectura. Tuvieron que pasar muchos años hasta que volví a hacerlo, esta vez comunitariamente, en el contexto de la recién estrenada democracia en España y a la luz de los acontecimientos que estábamos viviendo y del compromiso en un barrio marginal con niños y jóvenes, en plena crisis de la heroína en Madrid.
La Biblia y la realidad, mano a mano, me abrieron a
una nueva forma de mirar la realidad y hacer propia la experiencia de Santo
Domingo de Guzmán: “No puedo estudiar sobre pieles muertas cuando mis
hermanos /as, pieles vivas, mueren de hambre”.
Años más tarde el Estudio del Evangelio, la Teología
de la liberación y la Hermeùtica feminista me abrieron - y continúan haciéndolo- a nuevas perspectivas y “nacimientos”,
porque la Palabra en mi vida es siempre partera de novedad y de activismos .
Hoy leyendo a Madeliene Delbrel
me siento profundamente identificada:
“Cuando tengamos nuestro Evangelio en las manos
debemos pensar que en Él habita el Verbo, y quiere hacerse carne en nosotras”.
En tiempos de pandemia, poniendo el cuerpo en la materialidad de la vida y los cuidados, a poco que buceemos en el interior de nostras mismas, podemos experimentar con asombro que la sophia oculta de Dios es fuente de resiliencia y creatividad amorosa en el corazón humano y en el cosmos.
Hagámosla hueco.
Hágase en nosotras según tu Palabra
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