viernes, 15 de septiembre de 2023

VÓMITO ( Alandar Septiembre 2023)

Ecologistas y ecofeministas no dejan de gritarlo una y otra vez: Vivimos en un estado permanente de guerra contra la vida. Una guerra no al modo de las guerras tradicionales como la de Ucrania u otras más invisibles como la de Yemen, sino una guerra que atenta contra las bases materiales que hacen que la vida sea posible. Por eso muchas de las catástrofes naturales de las que estamos siendo testigos y sus miles de víctimas no son tan “naturales”, sino, mal que les pese a los negacionistas, son consecuencia del abuso, el maltrato y la violencia contra la tierra, nuestra casa común.

Hace unos días en una webinar con un activista griego amigo al preguntarle por la situación que atravesaba el país no dejaba de repetir la palabra Apocalipsis y continuaba diciendo: Primero el fuego, ahora las inundaciones. Es muy difícil imaginar cómo vamos a poder resistir a este desastre. El pueblo griego y los miles de refugiados y refugiadas que conviven entre nosotros desde la crisis 2008 somos especialistas en sobrevivir en medio de lo imposible, pero ¿Cómo resistir a esta Apocalipsis y sus consecuencias?.

También el reciente terremoto de Marruecos y las inundaciones de Libia con sus miles miles de víctimas se ha cebado sobre todo con las poblaciones más vulnerables y deprimidas del país, a las que ha despojado de lo poco que tenían y sobre todo de sus vidas. Las poblaciones de las montañas milenarias del Atlas son hoy un llanto que ensordece nuestros oídos con su desesperación y angustia, a la vez que con la respuesta de la sociedad civil en organizarse, sin apenas recursos en un régimen donde la libertad y los derechos humanos siguen siendo una asignatura pendiente.

La tierra vomita, no aguanta más tanto expolio. Protesta con la rebelión de sus fosas tectónicas a la violencia que el capitaloceno hace- hacemos- con ella cada día. La justicia climática y los derechos de la tierra son un grito que no podemos seguir desoyendo o aplazando. Desde la desaparición de la mariposa monarca en México al último niño de cuatro años, hallado muerto bajo los escombros de una mezquita en el Sur de Marruecos, estas vidas reclaman justicia y reparación, propósito de la enmienda, decíamos en el catecismo de la iglesia católica, cambio de rumbo, señala hoy Laudato Si.

El decrecimiento no puede ser solo un deseo ecologista, tiene que ser si o si, como dice Yayo Herrero, tiene que atravesar nuestra sensibilidad, nuestros hábitos de vida, nuestra economía y nuestra política. Hace unos días me decía un amigo que trabaja como profesor de geografía en una escuela concertada, que tras abordar el tema del cambio climático en clase un grupo de padres se habían quejado al director del colegio por considerar que eso era hacer política. Escuchándole me hice consciente que la guerra contra la vida no se combate con armas ni con ejércitos obedientes. 
Se combate con hombres y con mujeres conscientes que somos naturaleza y que como ella tenemos límites que hay que respetar. Se combate no con francotiradores, sino con hombres y mujeres que han despertado de la pesadilla de la autonomía y el individualismo y redescubren que el cuidado, la inter y la ecodependencia no son un imperativo ético, sino la única forma de poder vivir y sobrevivir, de asegurar la sostenibilidad y la felicidad de las mayorías en el planeta. Hombre y mujeres que vomitan, como hace la tierra con los volcanes, los valores capitalistas que se nos han inoculado en vena: acumulación, competencia, patriarcado, racismo, colonialismo.

La guerra contra la vida se combate no con francotiradores, sino desde el fortalecimiento comunitario que teje derechos universales, renunciando a los propios privilegios. Se construye con inteligencia colectiva, con alegría, entusiasmo, coraje e imaginación radical para poner la vida en el centro de la convivencia, la política, la economía la vida y el cuidado vida, en lugar de la sacralidad del dinero y el crecimiento por encima de los territorios y las vidas dignas. Porque como ya profetizaron las poblaciones originarias de América del Norte: Cuando hayáis talado el último árbol y acabado con el último pez os daréis cuenta que el dinero no se pude comer.

Vomitemos



Pepa Torres Pèrez











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