Cuando las luchas contra las fronteras
nos hacen confluir desde lo hondo
Ritos feministas inter-espirituales
Te miro, eres negra.
Me miras, soy blanca
Y sonreímos las dos.
En el nuevo día que se adelanta
tú sabes y yo sé
que la complicidad que nos une
quiebra fronteras.
El misterio que brota
de nuestros vientres crecidos
acaricia la promesa de una tierra libre,
donde nadie sea ilegal, esclava ni
extranjera.
Por fin nos hemos encontrado
y nuestras diferencias,
ya no nos dividirán,
sino que serán también nuestra fuerza
( Reencuentro entre Sara y Agar. Otro
final posible para Gn 21, 1-10)
Así nació el colectivo Agar y el espacio de los ritos o encuentro espirituales que desde
entonces venimos celebrando mensualmente en Lavapiés. El colectivo
nace de una necesidad y un deseo que nos moviliza: fomentar el diálogo inter-espiritual desde una perspectiva feminista y de
base y propiciar espacios de encuentro, formación, investigación y compromiso
con la justicia, la paz y la integridad de la creación desde la diversidad
cultural y religiosa.Lo constituimos mujeres que “transitamos fronteras” y que
reivindicamos las diferencias no como una amenaza sino como una riqueza en
la construcción de una ciudadanía alternativa, desde la perspectiva de las
mujeres. Nos sentimos urgidas por una espiritualidad
política que trasciende toda religión y
busca espacios de convergencia.
En nuestro
rituales vamos compartiendo nuestras Fuentes
de la vida, nos reencontrarnos con la
mujer de Luz que nos habita y sostiene en tiempos oscuros, o nos
identificamos con la naturaleza y sus ciclos
desde las propias experiencias vitales: el otoño como tiempo de desnudez y
pérdida, como símbolo de nuestros duelos migratorios; la primavera como el
renacer de la vida desde la ampliación de horizontes a los que nos abre la convivencia intercultural
con otras mujeres o el equinoccio de verano como invitación a recuperar en nuestra
vida el fuego, la pasión, el placer. Desde la
experiencia vivida sentimos que vamos renovando esperanzas y anticipando el
sueño que lo imposible se va haciendo posible, lo utópico encuentra su topus en
la realidad.
Así, las
danzas de Miriam y las mujeres del Éxodo (Ex 15, 20-21), el cantar y la palabra
sapiencial de Débora (Jue 4-5), la complicidad de Rut y Noemí ( Rt 1, 16-22) la
dignidad restituida de Betsabé (1 Re1-2),el profetismo de Rabeiah Adawiya
(mística sufì del siglo VIII) o la libertad de Magdalena, Marta y María en
sus relaciones con el Profeta Jesús (Luc 10,38-41) (Luc 8,1-3) ( Jn 1,1-28) van
tomando cuerpo en nosotras y vamos experimentando juntas que la espiritualidad
feminista no tiene fronteras, ni moldes, ni diques, y que como dice Ivone
Gevara (1) es “el
sueño de la tierra prometida, que nos permite percibir de un modo nuevo la
existencia y su misterio que envuelve nuestro cuerpo y nos da coraje para vivir
y amar de nuevo y sentir que nuestros huesos resecos se llenan de músculos y
carne, se ponen en movimiento para un abrazado resucitado que envuelva a mujeres
y hombres del universo entero” .
En nuestros
ritos, el cuerpo, la danza, la música, lo gestual y simbólico, la expresión de
la propia palabra desde la tradición singular de cada una van siendo los
lenguajes que nos acercan y nos revelan la divinidad, la trascendencia que nos
habita y que es la fuente de nuestro ser y empoderamiento. Otras
veces iniciamos nuestros encuentros con
alguno de los 99 nombres con los que el
Islam invoca a Dios para pasar en un segundo momento a buscar conexiones con la experiencia espiritual de cada una
tomándonos la libertad de nombrarle reconocerle y practicarle desde nuestra
identidad sexuada, porque el Misterio, Dios, la trascendencia no puede ser
ajeno a nuestros cuerpos y experiencias como mujeres.
Otra de las
características de este espacio es la atención al proceso como pauta
orientadora del camino, como obediencia a lo real, al deseo que nos hace
converger como grupo y no a un plan o programa preconcebido. Esta atención
a la hondura, a lo que va pasando por el camino más que a lo que suceda al
final del recorrido nos proporciona momentos absolutamente mágicos cargados de creatividad que nos empistan hacia nuevos
proyectos como la exposición Piel de
diosas que vamos a iniciar este curso.
El proyecto
“Piel de diosas” nace de un
encuentro, un gesto corporal, una palabra ”cruzada” entre dos mujeres unidas
contra las fronteras, que tras participar juntas en una acción reivindicativa
en la calle por los derechos de las
sin-papeles y las empleadas de hogar
se reconocen mutuamente más allá de las diferencias impuestas por la etnicidad,
el status, la religión y las leyes de
extranjería. Un reconocimiento de mujer a mujer. El gesto y la palabra de una
mujer negra, senegalesa, musulmana, trabajadora doméstica, que tocando el rostro
de otra mujer blanca mexicana agnóstica, investigadora la reconoce por su belleza y valía: “¡Qué bonita y que blanca eres!
a lo que la mujer blanca mexicana responde devolviendo la caricia y el
reconocimiento “¡y tú que bella y que
negra eres!. El análisis de
este gesto de reciprocidad y reconocimiento entre
mujeres actualmente nos está
llevando a reflexionar sobre la belleza, el género y
la etnicidad así como la devaluación del cuerpo de las mujeres
en la representación de lo divino. Con el
proyecto “Piel de diosas” queremos
denunciar la exclusión y la manipulación de las mujeres “en nombre de lo divino” y reivindicar el poder de significar de
los cuerpos de las mujeres, el misterio y la sabiduría que portan liberándolos
del racismo y el sexismo.
Pepa
Torres. Colectivo Agar
J. COMBLIN, Cambio
social y pensamiento cristiano en América Latina, Madrid, Trotta, 1993 .
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