miércoles, 26 de noviembre de 2014

SUBVERTIR LA ECONOMIA. Blog de cristianismo y justicia. Noviembre 2014.


La vida es una larga cadena de causas-efectos de las cuales frecuentemente sólo vemos lo que asoma en la superficie. Iba yo dándole vueltas un tanto ensimismada a esta pensamiento cuando en un vagón del metro, justo al salir de la estación de Lavapiés una mujer marroquí me agarró del brazo apurada y casi sin voz me dijo ayúdeme señora, me voy a caer. Estoy mareada. Salimos juntas en medio del gentío propio de un viernes por la noche y como pude la ayudé a sentarse en un banco en el andén. mientras improvisaba un abanico con unos folios para darle aire. Poco a poco el “mareo suburbano” fue pasando. Le propuse acompañarla a urgencias o llamar al SAMUR y ella me dijo que no, que no estaba enferma, que su mal era otro y me contó entonces la causa de su malestar.

Su nombre era Jadiya, era de Casablanca. Vivía en España desde hacia doce años. Sus dos hijos habían nacido aquí y ella era madre y padre a la vez, porque hacía ya mucho tiempo que su marido les había abandonado. Desde hacía cinco años trabajaba en una empresa de limpieza y aunque su contrato era de media jornada la verdad es que trabajaba 12 doce horas diarias sin apenas descanso. Una vecina también marroquí cuidaba de sus hijos mientras ella estaba fuera de casa y les daba de comer, pero ayer tuvo que ir al colegio del pequeño por una asunto urgente y aunque avisó a la encargada que iba a llegar un poco más tarde, ésta le había dicho hoy que se pasara mañana a recoger el finiquito por la oficina de la empresa. No podía más con tanta carga, no dormía bien y le dolía mucho el estómago. Su médico le había dicho que lo suyo no se curaba con medicinas, sino con tranquilidad, pero ¡Como iba ella a estar tranquila con todo lo que tenía en la cabeza! Intenté calmarla sin éxito y finalmente nos despedimos. Ella agradecida y yo insistente en que se pasara por la asesoría legal del Centro donde soy voluntaria entregándole una tarjeta con una dirección y un teléfono e invitándola también a una reunión del colectivo Territorio Doméstico [1] del que formo parte.

Vivimos rodeadas de “Jadiyas” y su ahogo es también el nuestro. Las preguntas de Jadiya conectan con las preguntas que un grupo de mujeres nos hacíamos el otro día con en un taller de economía feminista: ¿Cómo imaginar y diseñar otra economía posible que tenga en el centro a las personas, el cuidado de la vida, y no la acumulación, el capital y los mercados? Referirnos a los cuidados como eje central en la economía no es un retorno a ningún tipo de esencialismo o a una interpretación reaccionaria que los identifica con una atribución de género impuesta a las mujeres; sino con la sostenibilidad e interdependencia y como una categoría también política.

Los cuidados son el conjunto de trabajos que permiten que la vida se sostenga cotidianamente, las actividades que regeneran el bienestar emocional y físico de las personas en el día a día. Por eso exigir que el cuidado esté en el centro de la vida es reivindicar desde el principio de universalidad una vida que merezca la pena ser vivida. Preguntarnos por otra economía posible desde la perspectiva de las mujeres es cuestionarnos cómo y quiénes la sostenemos y con qué consecuencias para nuestros cuerpos. Es entender que la economía ha de estar arraigada en la cotidianidad ya que el bien-estar ha de de tener lugar en el día a día, porque la vida cuidada y sostenida, como dice Amia Pérez Orozco[2], “no flota en el limbo, sino que se prende en sujetos concretos con cuerpos sexuados, con subjetividades en permanente reconstrucción y en una tensión entre las normatividades impuestas y la capacidad de resistencia propia”.

Historias como las de Jadiya y las nuestras propias narradas en primera persona son el punto de partida de muchas preguntas que nos hacemos hoy los colectivos de mujeres en el esfuerzo por pensar la economía desde claves feministas: ¿Qué entendemos desde la perspectiva de género por bien-estar o bien-vivir y por una vida que merece la pena ser vivida? ¿Cómo la imaginamos, qué propuestas vamos elaborando? ¿Qué podemos aportar las mujeres en el conflicto entre capital y vida amenazada? ¿Cómo quitar poder a la lógica de la acumulación en nuestras conciencias, necesidades y formas de producción y consumo? ¿Cómo socializar los cuidados desde una responsabilidad colectiva de manera que no queden en las manos del las empresas privadas y su lógica de explotación, invisibilidad, feminización y exclusión? ¿Qué papel tienen en ello los hombres y el estado y como exigirles la responsabilidad que les corresponde?.

Somos cada vez más las mujeres que estamos convencidas que el bien-vivir no se consigue desde la lógica del individualismo, la competitividad y la acumulación, porque no es la mano invisible del mercado la que sostiene la vida cotidiana, sino que son los trabajos invisibles, los cuidados, los que arreglan sus desajustes y los que se preocupan por la calidad de vida de las personas. Por eso somos cada vez más las que queremos subvertir la economía, es decir, darle la vuelta y que lo que lo que está en la base del iceberg sea visibilizado, desplazar del centro a los mercados y poner en su lugar a las personas y la sostenibilidad de la vida. Porque como dice una compañera centroamericana: quien cuida conoce la vida en profundidad.
 
 
                                                          Pepa Torres Pérez
                           
                                                          Red Interlavapiès



[1] Territorio Doméstico es un espacio transfronterizo de mujeres cuyo objetivo es la reorganización social de los cuidados y los derechos de las empleadas de hogar desde la promoción de procesos de empoderamiento, la reflexión feminista y las luchas sociales. http://territoriodoméstico.net.

[2] Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Traficantes de sueños, Madrid 2014









 

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