https://www.youtube.com/watch?v=J7LihYEDJrU
Conocimos a Paco y a su familia en la década de los 90 cuando Marisa Paino, su mujer, se incorporó al voluntariado del Programa de Mujer en Caritas Diocesana de Albacete. Siempre nos impresionó por su bondad y disponibilidad para echar un mano gratuitamente en lo que hiciera falta. Ya fuera ayudar en una mudanza en el barrio de las 500 o las 600, prestarnos su coche para lo que fuera necesario y sobre todo acompañar personas en situación de dificultad social. Era el hombre bueno por excelencia, nada suspicaz ni competitivo con las mujeres, no necesitaba llamar la atención ni ser reconocido, era cuidadoso y gratuito. Su compañía nos aportaba siempre serenidad y sentido común a la vez que un toque de humor y positividad que en más de una ocasión nos sacó de muchos apuros y situaciones sin salida que por aquel entonces acompañábamos.
Cuando Marisa se incorporó a un programa de acompañamiento a mujeres jóvenes en situación de riesgo él lo hizo a otro de reinserción de jóvenes. En esas experiencias su vida y su familia se vieron afectadas de manera irreversible y también las de las personas con las que entraron en relación. Porque Paco y Marisa no solo han sabido crear una familia maravillosa, sino que la han compartido y ampliado con muchas personas a las que se les había negado esa posibilidad.
Porque Paco y Marisa se han amado de una manera comprometida y libre, siempre en construcción, siempre haciéndose. Una pareja con un amor mayor que las dificultades que han tenido que enfrentar. Una pareja en la que, como dice la canción, siempre fueron mucho más que dos. Una pareja experta en tejer vínculos de amor y de cuidados con mujeres de la calle, la droga, la cárcel o los centros de menores y que han enseñado también a sus hijos y a sus nietos, que nadie puede quedar reducido a una etiqueta. Porque detrás de palabras como excluido, preso, drogata, trabajadora sexual, migrante, etc, hay siempre una persona y que todas las personas tenemos la misma dignidad, aunque sin embargo los derechos y las oportunidades sean inmensamente desiguales.
Por eso Paco y Marisa no son solo los padres de Celia y Paco, sino que lo han sido también de mucha gente invisible, de mucha gente descartable, de muchos nadies, como dice Eduardo Galeano. La ternura y la acogida incondicionales de Paco y Marisa y sus hijos, el poder asombroso de sus abrazos, de su casa abierta, de su tiempo disponible, de sus conversaciones motivadoras, de sus acompañamientos en permisos penitenciarios, desintoxicaciones, experiencias de abandono, han sanado y devuelto la esperanza y el sentido de muchas vidas sin sentido, muchas personas excluidas no sólo de los derechos sociales, sino del derecho al amor, al cuidado, al reconocimiento, a segundas oportunidades. Vidas demasiado jóvenes para estar tan rotas, pero que por la fuerza de los vínculos consiguieron tirar para adelante o por lo menos saber que importaban algo a alguien
Loles, Alonso, Mar, Vicki, son algunas de esas historias de vida con las que la familia de Paco y Marisa han cruzados la suya quedando entrelazadas para siempre, con unos lazos más poderosos que el vacío y el sin sentido de la muerte. Porque quien ama vive para siempre, como semilla escondida en la tierra, con una fecundidad misteriosa, engendradora de un futuro alternativo y de una nueva humanidad donde todas las vidas valgan lo mismo.
Paco, hombre bueno por excelencia, entrañable, cuidadoso, tierno y justo, gracias en nombre tantos y tantas con quienes hemos tenido la suerte de que te cruzaras en nuestro camino. Gracias por vivir honrando la vida.
Pepa Torres y Ana Gòmez
Bonito homenaje a Paco y maravillosa descripción de lo que fueron como pareja y la impronta que han dejado con sus huellas, esas huellas que tod@s deberíamos seguir de nuestros referentes para poder continuarla con nuestras huellas para que los que vienen detrás sigan haciendo el camino correcto. Bravo!
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