LA REVUELTA DE LAS MUJERES EN LA IGLESIA
Madre, pregunta la hija inteligente,
¿Quiénes son tus madres?,
¿Quiénes son tus ancestras?,
¿Cuál es nuestra historia? (…)
La que no sabe cómo preguntar
No tiene pasado
No tiene presente,
No puede tener ningún futuro
Sin conocer a sus madres,
Sin conocer sus iras, LA REVUELTA DE LAS MUJERES EN LA IGLESIA
Sin conocer sus preguntas”[1]
Este texto de la feminista judía Norteamérica Esther M. Broner me sirve como punto de partida para narrar que es la Revuelta de Mujeres en la Iglesia y cuáles son sus aportaciones y reivindicaciones concretas en el marco de los movimientos de Reforma propugnada por el papa Francisco, incorporando en ella la perspectiva de los movimientos de liberación de las mujeres. Me alegra además hacerlo en el contexto del 8 de marzo, fecha que debería ser marcada en rojo en los calendarios de nuestras iglesias para sumarnos, con la sociedad civil, en el compromiso común de poner todas nuestras energías en la eliminación de la feminización de la pobreza y la violencia contra las mujeres en el mundo, como una exigencia inseparable del compromiso fe-justicia, empezando por la propia comunidad eclesial.
El movimiento de la Revuelta de las mujeres no cae del cielo, sino que nace de una complicidad compartida y sororal: la de la Ruah Santa de Dios y la siembra terca y resiliente de los colectivos de feministas cristianas en nuestro país desde hace más de 35 años. Colectivos como El Foro Ecuménico de mujeres (FEM), La Red estatal de Mujeres y Teología, La Asociación de Teólogas Españolas, la Red Miriam de Espiritualidad Ignaciana Femenina, Dones creyents y muchos otros. En esta siembra paciente y tenaz hemos ido poco a poco creando espacios de reflexión, acompañamiento, espiritualidad, celebrativos, publicaciones, etc, así como una importante red entre nosotras.
Todo este proceso nos ha ido fortaleciendo y empoderando como un sujeto eclesial activo y crítico, convencidas como diría San Ireneo, interpretado con perspectiva de género, que la gloria de Dios es que las mujeres vivan y lo hagan en abundancia. En este humus nace entre octubre y enero del 2019 la Revuelta de las mujeres en la Iglesia Madrid y la plataforma Alce la veux, en Barcelona movimientos confluyentes, aunque con nombres distintos desde la singularidad cultural de cada uno de ellos.
Breve historia de un alumbramiento
La Revuelta se empieza a gestar entre los años 2018 y 2019 en el contexto de las huelgas feministas convocadas el 8 M y en el que muchas de nosotras y nuestros grupos participamos activamente, así como en diferentes convocatorias donde activistas cristianas feministas nos vamos encontrando. Nombro algunas de ellas por ser especialmente significativas: El XXII encuentro de Mujeres y Teología: celebrado en Zaragoza, los 25 años de la publicación del cuaderno Cuándo las mujeres se sienten Creyentes y feministas convocados por Dones HOAC de Barcelona, o la presentación del libro coral Mujeres, Espiritualidad y Liderazgo en la sede de Cristianismo y Justicia, también en Barcelona. En los diálogos mantenidos aparece siempre un malestar que se torna pregunta incómoda: estamos movilizadas en la sociedad civil ante la situación de las mujeres, pero ¿para cuándo la reivindicación y la propuesta al interior de nuestra iglesia misma? ¿Cómo empujar una reforma desde las perspectivas de las mujeres y desde una profunda inspiración evangélica? ¿Cómo hacerlo con la mirada puesta en Jesús y su práctica liberadora y transgresora con las mujeres de su tiempo y su contexto? ¿Cómo hacerlo desde el potencial y el bagaje que la cultura de los feminismos ha aportado a nuestra condición de mujeres cristianas?
Las movilizaciones de las mujeres alemanas del movimiento Maria.2. 0 con la boca sellada con un trozo de esparadrapo, así como la indignación experimentada ante la negación del voto de las mujeres en el Sínodo de la Amazonia y el lanzamiento del video de varias religiosas españolas, que se hizo viral, apoyando la huelga feminista, fue la chispa que encendió el germen de la Revuelta. Las primeras en lanzar una propuesta de organización fueron las compañeras de Barcelona que lanzaron una convocatoria abierta de mujeres para movilízanos ante la discriminación en la iglesia. De este modo nace “Alcem la veu,”, que rápidamente se pone en contacto con compañeras de Madrid que secundan la respuesta y la difunden y movilizan por más lugares de la geografía española. Así estalla La Revuelta de mujeres en la iglesia, hasta que a igualdad se haga costumbre.
Desde su origen la Revuelta se coordina con grupos internacionales como Voices of faith. o el colectivo latinoamericano Tras las huellas de Sophia. Nos aglutina un comunicado en el que planteamos demandas urgentes de reforma en la iglesia que pongan fin a nuestra discriminación y una acción mundial propuesta por Voices of faith: una concentración creativa el 1 de marzo del 2020 en las puerta de las catedrales de nuestras ciudades.
Actualmente en España la Revuelta está presente en más de 20 ciudades. Estamos organizadas a nivel estatal y tenemos una presencia muy activa en la organización del Sínodo Mundial de Mujeres (Catholic Council Women)[2] , que celebraremos en octubre del 2022 en Roma, con otras organizaciones de mujeres cristianas de todos los continentes y que estamos empezando a preparar ya con mujeres de numerosas parroquias y organizaciones eclesiales de base.
Nuestras reivindicaciones y propuestas: VENIMOS DE LEJOS
-De la Buena Noticia de un Jesús que transgrede las normas de una sociedad profundamente patriarcal, que constituye una nueva masculinidad en su contexto y en su época, y que aprende a serlo en su relación y amistad con las mujeres, mutua y recíprocamente liberadora. Mujeres con nombre, como María Magdalena, Marta y María, Juana de Cusa, y otras sin nombre, pero imborrables en la experiencia del propio Jesús y la Buena noticia de liberación para la humanidad toda: la mujer cananea, la samaritana, la hemorroisa, la que ungió a Jesús con perfume. Venimos del movimiento contracultural de Jesús, que derivó en una iglesia que en sus inicios hizo de la igualdad entre hombres y mujeres, una de las aportaciones más radicales del cristianismo a la historia de la humanidad
-Somos muchas las que en todo el mundo alzamos la voz hasta que la igualdad sea costumbre. Somos mayoría en las tareas de voluntariado, en las celebraciones religiosas, en la catequesis, en la pastoral, en la liturgia, en la acción social y solidaria, en los consejos parroquiales. Somos muchas en los movimientos eclesiales y en las tareas educativas. Son incontables las congregaciones de religiosas que trabajan día a día por los derechos de los y las más vulneradas.
Somos las manos y el corazón de la iglesia, pero se nos explota, se nos violenta, como los últimos informes sobre abusos a religiosas están poniendo de manifiesto, porque los abusos a mujeres laicas están todavía mucho más invisibilizados[3]. Se nos niega la palabra, el pensamiento y el liderazgo, en los lugares de tomas de decisiones y se nos pretende contentar con nombramientos que resultan insignificantes, pues, aunque el papa Francisco ha sido el pontífice que más nombramientos de mujeres ha hecho en la historia de la Iglesia, esto apenas supone un 7% de representación femenina.
Imaginamos y construimos una iglesia nueva generando espacios eclesiales alternativos liberados del patriarcado
-Una Iglesia que reconozca la plena ministerialidad de las mujeres. Que no nos niegue ni el don, ni la gracia, ni la vocación, ni el derecho, en virtud de nuestra consagración como bautizadas y en la que desaparezca todo tipo de discriminación por razón de sexo.
-Una Iglesia que se nutra y reeduque desde las aportaciones de la teología feminista, para hacer una lectura crítica y una reflexión de la propia experiencia y del evangelio, que deconstruya imágenes de Dios, lenguajes, ritos, mitos que se construyen sobre el sufrimiento de las mujeres, especialmente de las más pobres.
-Una Iglesia que elimine el lenguaje patriarcal y sexista de homilías, textos y documentos y se atreva a interpretarlos, no sólo para leer la Biblia y vivir el evangelio de otro modo, sino para que sean liberadores para la humanidad entera.
-Una iglesia que se abra al diálogo y la cultura de los feminismos y los movimientos de liberación de las mujeres, subrayando que la igualdad que buscamos no consiste en repetir el modelo masculino ni su comportamiento, sino la igualdad de derechos en una sociedad y en una Iglesia con palabra también de mujer y fundada en relaciones de ecojusticia.
-Una Iglesia que acompaña sin juzgar toda la diversidad de las familias, de identidades y orientaciones sexuales. Que acoja en su seno a las mujeres lesbianas y trans que forman parte también de nuestro movimiento.
-Una iglesia con tolerancia cero frente a toda forma de abuso de conciencia, abuso sexual, explotación económica, con una apuesta decidida por la eliminación de la pederastia, y la reparación a las víctimas. Que ponga fin de manera efectiva, sin lavarse las manos a la violencia contra las mujeres y la feminización de la pobreza dentro y fuera de ella misma.
-Una iglesia que conciba la sexualidad como un don de Dios que acerca a su misterio de plenitud y vida desbordante y que repiensa la moral sexual desde la perspectiva de las mujeres, una moral preñada de ternura y misericordia, liberándola de tabúes y culpas.
-Una Iglesia paritaria, que sea de hecho comunidad de iguales, donde las mujeres seamos reconocidas como sujetos de pleno derecho, con voz y voto en todas partes, valoradas por los propios talentos, carismas y aportaciones a las comunidades.
-Una Iglesia sinodal y plural, donde ninguna persona sea excluida en el acceso a los ministerios, ni en los órganos decisorios de la iglesia por razones de su sexo. Una Iglesia que no solo reconozca la auctoritas de las mujeres (autoridad), sino también la potestas (el poder)[4]. Un poder entendido al modo de Jesús, que no se identifica con el poder dominación, poder sobre, sino que es que es diaconía, pero nunca servilismo impuesto, sino poder con. Poder compartido, que escucha y acoge las voces críticas como una oportunidad para la conversión pastoral y la transformación interna. Poder con que es participación. Lo cual implica que todas las voces son imprescindibles y que ninguna voz puede ser ni invisibilizada ni suplida y que es imposible la comunión sin participación. Una participación que no puede ser una es una cuestión simbòlica o “escènica” , sino que ha de ser ejercida y decisòria, con consecuencias en la vida de la Iglesia y su organización interna.
- Una Iglesia experta en semillas de alternatividad y futuro, más que en grandes plantaciones, semillas como la del grano de mostaza, de la que nos habla el evangelio, que cuando crece es lugar de sombra y cobijo, encuentro, reconciliación y fiesta de las mujeres libres y que se nos regala desde el presente que vamos gestando como don y tarea en sororidad, hasta que la igualdad sea costumbre en la iglesia.
Pepa Torres Pérez
Ap.C.J.
Revuelta de Mujeres en la Iglesia ( Madrid)
[1] E.M. Broner y Nomi Nimrod, “A Woman´s Passover Haggadh”. Citado en E.S.Fiorenza, Pero ella dijo. Trotta , 1996, p.213.
[2] https://www.catholicwomenscouncil.org/es/cwc-members/
[3] Sobre este tema hay dos investigaciones recientes sumamente interesantes. El libro de Paula Merelo, Adultos vulnerados en la iglesia, San Pablo 2022 y la tesis doctoral sobre los abusos a religiosas presentada en la Pontificia Universidad de Roma por Makantime Lembo en el año 20020 y calificada con cum lauden.
[4] La voz latina Auctoritas significa hacer crecer, fortalecer, dar plenitud y va asociada a cualidades morales de las personas, sin embargo la potestas tiene que ver con el poder de influir, un poder que se reconoce socialmente mediante actos de carácter jurídico legal. Deberían ir unidas, pero el ejercicio de la autoridad y del poder está determinado por la construcción cultural del género y los papeles y roles asignados.
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