miércoles, 26 de marzo de 2025
jueves, 13 de marzo de 2025
DEJARNOS TRANSFIGURAR (Lc 9, 28b-36) Comentario Evangelio16 marzo 2025
El Evangelio de hoy nos remite a una pregunta que frecuentemente las cristianas y los cristianos contemporáneos nos hacemos: ¿Cómo hacer experiencia de Dios en medio del ruido, el ajetreo y los compromisos cotidianos? ¿Cómo vivir la dimensión contemplativa y orante de nuestra fe y dejarnos trasfigurar por ella, como le sucedió al propio Jesús y tantos hombres y mujeres testigos, que nos han precedido?
El texto nos da algunas claves para ello.
-El cuidado de la dimensión comunitaria
Aunque la oración es personal tiene una dimensión comunitaria, una comunidad de sentido y esperanza, que sostiene. Una comunidad, desde la que se clama a Dios conjuntamente, se expresa el anhelo de amor y comunión. Por eso Jesús invita a Pedro a Juan y a Santiago a subir al monte Horeb con Él.
-Dejarse sorprender por las paradojas y la revolución de los adverbios, que propone el Evangelio.
En la tradición judeocristiana el monte Horeb es el lugar de la revelación de Dios por excelencia. Lugar de teofanía, donde Dios selló su alianza de amor con Moisés. Sin embargo, desde una perspectiva espiritual “subir al monte Horeb” y contemplar los destellos del Misterio, más que ascender, implica descender. La espiritualidad cristiana más que los arriba de la historia y la condición humana, remite a los abajo. Invita a adentrarse en la profundidad del corazón, en la fuente del ser, a aventurarse en su hondura, vivir haciendo hoyo, traspasando la corteza de las superficialidad, hasta descubrir esa experiencia que tan bellamente expresó Etty Hillesum :
“Hay en mí un pozo profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz (...) Voy a ayudarte Dios mío a no apagarte en mí “
“Ascender al Horeb” no es tampoco abstraerse de la realidad, ni idealizarla, sino más bien atreverse, con la ayuda del Espíritu, a perforarla y descubrirla habitada por un Amor que nos trasciende y trasfigura, si así se lo permitimos. Es decir, dejarnos configurar por el Amor, transformándonos internamente (sensibilidad, orientación vital) y externamente (prácticas, relaciones, etc) para ser cauce de tanto don recibido.
-Participar de la vida de Dios y sus testigos y profetas, dejando que algo de sus vidas impregne las nuestras
La oración es comunicación, es interrelación, es participación de la vida de Dios. Por ello nos conecta también con la larga cadena de hombres y mujeres testigos y profetas que sostienen y acompañan nuestra fe. Expresado en la teología más clásica de la iglesia, la oración nos hace participar de la comunión de los santos y santas. En este sentido nos arraiga en una larga tradición de buscadores y buscadoras comprometidos y comprometidas en hacer histórica la utopía del evangelio. Nos sostiene y alienta una inmensa nube de testigos
-Estar dispuestos y dispuestas a espabilarnos, como les sucede a los apóstoles
Despertarmos de nuestras inercias, rutinas y comodidades. No pactar con ellas, sino avivar la sensibilidad para captar al Dios de la vida, que nos sorprende siempre empujando y sosteniendo la fragilidad, en nosotros y nosotras mismas y en los y las demás.
-No caer en la tentación de separar a Dios de la historia, y del mundo. No “aspirar a hacer tres tiendas.”
La oración cristiana no nos aísla en burbujas espirituales, sino que nos implica y complica con el sacramento del encuentro, la projimidad humana y la comunión con toda vida. Nos lleva a un modo de estar en el mundo “de parte de Dios”, comprometidos y comprometidas con la realidad y el cuidado de la casa común.
-Escuchar al Hijo y su palabra encarnada en la historia y en lo profundo del corazón humano y dejarnos sobrecoger por esa experiencia.
Arrodillar el corazón ante este misterio. Dejar que cale en nosotros y nosotras como lluvia ligera, para que a su tiempo se traduzca en frutos, porque la experiencia de Dios se verifica siempre en las obras.
¿Cómo ayudarnos como comunidades cristianas a abrirnos a la experiencia de Dios y dejarnos transfigurar por ella?
Pepa Torres Pérez
miércoles, 5 de marzo de 2025
Radio enlace con Senda de cuidados y el Observatorio Jeanethe Beltrán
Gustaco de participar con estas compañeras
Revuelta de Mujeres de la iglesia de Donostia
Un gustazo haber podido participar en esta jornada formativa y reivindicativa de las Mujeres en la iglesia exigiendo igualdad. Aurrera
RENACER COMO MUJERES NUEVAS ( Revista Sororidad. Febrero)
Los tiempos litúrgicos también necesitan ser pensados y vividos desde la sensibilidad y la sabiduría de las mujeres. Por eso en esta editorial nos proponemos acercarnos a la cuaresma como tiempo de conversión y cambio desde la espiritualidad femenina-feminista. La conversión supone reorientar la sensibilidad y la praxis hacia la projimidad y la sororidad movida por la fuerza de la Ruah, desde la hondura del corazón y la realidad. Reorientar la propia existencia desde el amor. Un amor, que no es romántico, como no lo fue el de Jesús, pues pasa por el respeto y amor a una misma, a la dignidad propia y ajena, incluida la dignidad de la casa común. Un amor que tampoco se encierra en la dimensión intimista o individual, sino que es también político. Un amor que se traduce en compromiso y coraje colectivo para hacer de la vida un banquete sin primeras ni últimas, con quienes son excluidas del festín neoliberal que acontece hoy en nuestro mundo y despoja de bienes comunes a tanta humanidad y especialmente a mujeres y niñas.
La conversión pasa por volver a poner en el centro de la vida y de nuestros ambientes el pan y las rosas, y no el dinero ni la indiferencia. El pan, para tener de qué vivir (justicia, derechos, trabajo vivienda, etc) y las rosas, para tener por qué vivir (espiritualidad, sentido, vínculos que nos liberan y construyen sororidad e interdependencia, etc). La conversión es posible porque somos seres inacabados y porque nuestros errores y desenfoques no tienen la última palabra en nuestra vida, sino que el Di-s todo misericordia y cuidado no deja de atraernos con cuerdas de amor hacia el deseo de comunión y plenitud (Os 11,4) y nos permite recomenzar de nuevo, porque vivir es un continuo caer y levantarse, como nos recuerda la poeta Begoña Abad,
¿Qué hiciste en tu vida?
Caer y levantarme.
Aprender a curar heridas magulladas.
Echar remiendo en los desgarros
Inventar menús para los que tenían hambre
Escuchar los gritos silenciosos del miedo
Hacer hueco para que cupieran todos
Sumar y multiplicar la alegría del diario
Restar y dividir la angustia y la tristura
Abrir puertas (…)
Caer y mirar desde ahí
Caer y levantarnos
No hay conversión sin cambio. El cambio como señala Joan Chittister (2004) desempolva nuestras posibilidades y nos proyecta hacia nuevos comienzos, nos alejamos de una vida y caminamos hacia otra, de un yo hacia otro, de una forma de ser y estar en el mundo hacia otra . Florecemos de nuevo. La Cuaresma es un tiempo privilegiado para abrirnos a la escucha del Amor en el propio corazón y en el corazón de la historia y dejarnos transformar por la Ruah que la habita, para renacer con mujeres nuevas. Agarradas de la mano y la sabiduría de las mujeres bíblicas y otras que nos han precedido podemos también nosotras adentrarnos en ese nuevo nacimiento.
Así le sucedió a Débora, la juez de Israel que renació de nuevo, en medio del sufrimiento de su pueblo al levantarse y entonar un cantar (Jue 5,1) y resistirse a quedarse el lamento y la queja.
O a la mujer samaritana, que, en la escucha y el encuentro con aquel desconocido, pasó de la trivialidad y la banalización de la vida a la profundidad y al compromiso con su comunidad rompiendo expectativas y roles establecido, “impropios” de una mujer de su época”.
O más contemporáneamente a Etty Hillesum, que pasó de una vida desordenada y caótica a una vida anclada en el amor y la esperanza en la densidad del infierno de un campo de co
ncentración ayudando a Dios a no apagarse en el mundo.
ncentración ayudando a Dios a no apagarse en el mundo.
O a Dorothy Day, que pasó de la increencia a la fe, liderando la revolución del corazón desde la no violencia activa y la solidaridad, con quienes transitaban las periferias de la sociedad norteamericana del pasado siglo, convencida que el Evangelio es hoy, el Evangelio es ahora.
¿A que nuevos renacimientos como mujeres nuevas nos convoca y provoca la realidad esta cuaresma?
lunes, 3 de marzo de 2025
El abuso espiritual y la violencia contra las mujeres en la iglesia
Desde la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid seguimos exigiendo Justicia y reparación con las mujeres víctimas y cambios estructurales profundos en la iglesia para prevenir esta forma de violencia
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