La canción “Perra” de Rigoberta Bandini ha hecho furor en la campaña electoral. Su mensaje de que hay contextos y realidades en las que es más deseable ser perra que ser mujer se puede universalizar a la condición humana. Lo he podido comprobar esta mañana cuando paseaba por la calle Atocha. A la altura del antiguo Casa Luciano, una anciana se ha puesto a gritar porque su perrita, agotada por el calor, se ha desmayado: Linda, Linda, no te mueras, gritaba desesperada, sin soltar el bastón, para cogerla en brazos.
Finalmente, Linda se reanimó un poco. La anciana se calmó y un joven se ofreció para coger a la perrita en brazos y acompañar a la anciana hasta su casa, que vivía muy próxima, y dejar a Linda en manos del portero.
Una escena enternecedora, pero a la vez terrible por el agravio comparativo con Sisoko. Sisoko es un joven maliense envuelto en una manta y un anorak, que duerme y pasa gran parte del día en una calle esquina con Atocha, muy cerca de donde se desvaneció Linda. Sisoko es todo ojos, unos ojos grandes que intentan decir algo que su boca no sabe pronunciar. Pero también, según como se mire, Sisoko no es más que un bulto, una manta rota y sucia, un anorak oscuro y un montón de bolsas y botellas de plástico vacías amontonadas en una esquina de la calle Atocha. Sisoko es negro, Sisoko es pobre, Sisoko es un sin papeles. Sisoko es mucho más invisible que la perrita Linda.
Estos días también en el contexto de la firma de los Acuerdos de Túnez sobre migraciones entre la Unión Europea, Italia y este país, paradójicamente no dejan de llegarnos noticias, desde la Red solidaria de Acogida, de centenares de personas que están siendo deportadas a zonas fronterizas entre Túnez y Argelia. Personas abandonadas en el desierto, sin acceso a agua ni comida expuestas a temperaturas abrasadoras. Centenares de personas bloqueadas en la frontera con Libia en una zona donde ninguna organización tiene acceso. Personas que están siendo duramente extorsionadas por las fuerzas policiales libias y despojadas de sus móviles, impidiendo así su única posibilidad de comunicación con el exterior. Personas que son tratadas y viven peor que perros.
¡Tenemos que reaccionar!, la naturalización de la violencia de las políticas de fronteras, y sus consecuencias, ya sea en una esquina de la calle Atocha o en el infierno de Libia o Argelia o los Acuerdos de Túnez nos hacen cómplices.
Pasado el vértigo electoral y la alegría de haber conseguido frenar a la derecha y la ultraderecha en su avance al Parlamento, tenemos que seguir exigiendo como ciudadanía, al nuevo gobierno, que no mire hacia otro lado ante el drama de las migraciones, que no sea cómplice de las necropolíticas de fronteras, que exija la paralización inmediatas de deportaciones y abandonos en el el desierto en países como Túnez, Argelia o Libia, que se coordinen operaciones de rescate de las personas atrapadas y extorsionadas en las fronteras.
En definitiva, que se desarrollen vías legales para que la realidad migratoria no esté en manos de las mafias o los traficantes con la complicidad de los estados, sino que las vidas migrantes importen y nadie prefiera ser perra.
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