Vivo cada día para matar a la muerte.
Muero cada día para parir la vida.
Y en esta muerte de la muerte
muero miles de veces y resucito otras tantas.
desde el amor que alienta de mi pueblo a la esperanza
Julia Esquivel ( poeta y activista guatemalteca)
Las mujeres discípulas acompañaron a Jesús hasta que sus ojos se apagaron. Su espíritu vive hoy en la mujeres de lealtades inquebrantables de nuestros ambientes: las mujeres fieles a sus opciones hasta el final, pase lo que pase, mujeres que no se venden aunque el poder intente comprarlas o manipularlas. Mujeres de resistencia y resiliencia, expertas en noches y en esperanza activa, contra toda desesperanza.Este sábado santo podemos:
-Nombrarlas, identificarlas
-Agradecer la suerte de que sean compañeras de vida y causas compartidas
-Mirarles a los ojos y poner la mano en su corazón y preguntarles:
-¿Es posible esperar cuando sentimos que la realidad es un callejón sin salida?
-¿Cómo esperar contra toda esperanza?
-¿Cómo esperan las vencidas, los últimos?
-También con ellas como compañeras recorrer nuestra biografía más reciente :
-¿Cómo hemos aprendido a esperar nosotras mismas cuando nos hemos encontrado teniendo que afrontar situaciones límite?
-¿Cuál ha sido nuestro sostén y ayuda en esos momentos de la vida y cómo poder ofréceselo a otras ?
-¿Qué aprendizajes vitales hemos hecho en la densidad de la noche y los duelos en nuestras vidas?
La esperanza no es una propiedad privada sino un regalo comunitario, un bien común que necesitamos cuidarlo, alentarlo en colectivo. La esperanza se parece a las brasas bajo las cenizas. Necesita el soplido comunitario para que emerja de las cenizas y el fuego se encienda de nuevo.
La esperanza de las mujeres nunca es una propiedad privada, sino que es un pan amasado por muchas manos y sabidurías diversas.
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