La realidad es superior a la idea y mucho más si se trata de ideas xenófobas y racistas como las que desarrollan cada vez más en sus discursos y programas los grupos políticos de corte fascista. Recientemente el líder de uno de ellos ha hecho unas declaraciones sumamente hirientes para quienes conviven entre nosotras aportando sus valores y riquezas culturales, ampliando nuestras visiones estrechas de la realidad, sosteniendo la economía y equilibrando nuestra pirámide poblacional absolutamente descendente sin ellos y ellas[1]. Este tipo de declaraciones paradójicamente se vuelven en contra de quienes las pronuncian porque la violencia desde donde nacen descalifica a los autores de tales proclamas, identificándoles como lo que son, unos ignorantes blindados en su burbuja de supremacía racista y blanca.
Estos discursos se combaten pisando el barro de lo cotidiano en los barrios cada vez más diversos de nuestras ciudades, pero requieren la voluntad y la sensibilidad de abrirse a tantos gestos que revelan que la convivencia es posible y que juntos y juntas somos muchos y muchas quienes, desde la diversidad que hoy nos constituye, sostenemos la vida en común, haciendo de la vulnerabilidad potencia, en nuestra luchas contra la precariedad y por la supervivencia. Son, sin embargo, a menudo las administraciones y los políticos quienes están empeñados en enfrentarnos y levantar la guerra entre los pobres, con tal que no señalemos y nos rebelemos juntos ante los verdaderos responsables de nuestros auténticos problemas.
Estos discursos se combaten pisando el barro de lo cotidiano en los barrios cada vez más diversos de nuestras ciudades, pero requieren la voluntad y la sensibilidad de abrirse a tantos gestos que revelan que la convivencia es posible y que juntos y juntas somos muchos y muchas quienes, desde la diversidad que hoy nos constituye, sostenemos la vida en común, haciendo de la vulnerabilidad potencia, en nuestra luchas contra la precariedad y por la supervivencia. Son, sin embargo, a menudo las administraciones y los políticos quienes están empeñados en enfrentarnos y levantar la guerra entre los pobres, con tal que no señalemos y nos rebelemos juntos ante los verdaderos responsables de nuestros auténticos problemas.
Dificultades que en la mayoría de las situaciones tienen su origen más que en causas convivenciales en causas estructurales: ausencia de vivienda pública y alquileres sociales, ley de extranjería que condena a la explotación y a la economía sumergida, criminalización de la pobreza, exclusión sanitaria, recortes presupuestarios en políticas sociales y educativas, estrechez de miras nuestra la ley de asilo, paro, etc. Causas todas ellas que generan un auténtico maltrato y racismo o xenofobia institucional ante la situación de las personas migrantes y refugiadas que intentan convivir entre nosotras.
Hace unas semanas tuve la suerte de participar con mi amigo Salauddin en unas jornadas sobre movilidad humana convocadas por una escuela universitaria. Preparando juntos nuestra comunicación mi amigo me reveló una vez más el otro lado de las cosas. Ese al que se accede desde la amistad y la confianza cuando nos sentimos seguros, reconocidos y respetados. Mi amigo es un joven bangladeshí, sensible e inteligente, que recita a Tagore de memoria y que combina su largas jornadas como camarero con los grupos de apoyo a personas sin papeles recién llegadas. Desde la sabiduría de su corazón me reveló una verdad inédita: “ser migrante es nacer tres veces. La primera cuando tu madre te trae al mundo, la segunda cuando sobrevives al viaje viendo morir a tanta gente y llegas al final a España y la tercera cuando te abres a otra cultura y quieres hacerlo de verdad, y con respeto y aprender la lenguas, las costumbres, y aun cuando sientes que a los demás no les interesa la tuya”.
Desde la derecha o la izquierda más radical, especialmente el poder político racializado considera que la interculturalidad como proyecto ha fracasado. Yo creo que lo hay que hacer es estrenarlo, aunque las condiciones económicas y políticas de nuestra actual coyuntura no ofrezcan las mejores condicionas para hacerlo, También nosotros y nosotras necesitamos nacer tres veces: La primera no es elegible: cuando nos “nació” nuestra madre, pero la segunda es nacer más allá de los estados-. nación y las patrias, nacer a una nueva conciencia de ciudadanía universal donde se reconozca el derecho a a migrar y el derecho a no hacerlo, y nadie pierda su vida en el intento, a manos de quienes dicen velar por la seguridad de los estados, o de la mafias. Esta nueva conciencia o nacimiento lleva implícito la acogida como valor y como punto de partida de la justicia.
La ciudad de Madrid reclama con urgencia este nuevo nacimiento: darse a luz como ciudad acogedora, más allá de formalidades y declaraciones que no van acompañadas de medidas políticas y sociales que resuelvan las necesidades de tantas personas como viven en las calles de nuestra ciudad y ante las que las administraciones no están dando ninguna respuesta eficaz. Desde hace meses diversas organizaciones sociales venimos denunciando en el Ayuntamiento y en la prensa, la situación de desamparo que un colectivo cada vez más numerosos de personas y familias migrantes, con menores a su cargo, están viviendo en la calle ante la inoperancia de las instituciones públicas y la indiferencia de la ciudadanía general.
Frente a esta situación algunas de las medidas que exigimos son las siguientes: inmediata adecuación y apertura de dispositivos de acogida con intervenciones sociales adaptadas a las personas y no al revés. Es decir: equipos de acompañamiento psicosocial, orientación legal, laboral y formativa, derecho al empadronamiento, alimentación adecuada y facilidad para el transporte público. Junto a ellos es urgente el acceso a la vivienda social y la eliminación de trabas para las personas en situación irregular, la adecuación del Samur a las necesidades reales de las personas, etc.
De igual modo la Mesa de Hospitalidad, de la iglesia de Madrid lleva tiempo urgiendo a parroquias, comunidades cristianas y religiosas a implicarnos en conjugar vitalmente los verbos que nos propone el papa Francisco: acoger, promover e integrar con nuestros hermanos y hermanas que deambulan por las calles en el corazón de este invierno. Su realidad no puede dejarnos tranquilas, sino que nos fuerza a no dejar de buscar respuestas colectiva a la pregunta siempre incomoda y desinstaladora ¿dónde dormirán lo pobres y las pobres esta noche?[2].
Pero, como diría mi amigo Salauddin necesitamos también un tercer nacimiento: el de abrirnos y aprender de otras culturas a pie de reciprocidad. Para ello necesitamos liberarnos del complejo de hijos e hijas únicos que como blancos y occidentales tenemos introyectado. En definitiva hacernos más conscientes de nuestro etnocentrismo y buscando firmas eficaces de romper las asimetrías impuesta por la lógica del poder: clasista, racista, sexista y colonial. Descubrirnos unos a otros como lo que somos: iguales y a la vez diversos, convencidas que nuestra fuerza radica en nuestra interdependencia y ubuntu: Yo soy si tú eres. Por eso no soy contra ti, sino contigo. Este nuevo nacimiento implica evitar los victimismos, porque como afirma Alain Baidou, la justicia incluida la cultural es eso: “pasar del estado de víctima al estado de alguien que está de pie”[3].
Mi amigo Salauddin a está de pie, mal que les peses a quienes proclaman discursos racistas y xenófobos.
[1] https://www.elconfidencial.com/elecciones-andalucia/2018-11-24/casado_1666314/
[2] Gustavo Gutiérrez, ¿Dónde dormirán los pobres y esta noche?, CEP, Lima, 2015
[3] Alain Baidou, la idea de Justicia; http://www.catedras.fsoc.uba.ar/heler/justiciabadiou.htm
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