jueves, 12 de enero de 2017

ZAPATOS PARA EMPEZAR EL NUEVO AÑO ( Alfa y Omega Enero 2017)

Desde chiquita mi padre me enseñó a acoger el nuevo año cuidando los zapatos. El 1 de Enero era un ritual familiar limpiarlos y abrillantarlos todos juntos antes de salir a la calle en el primer paseo del año y mientras lo hacíamos nos contaba que mi abuelo le había enseñado a él a hacer lo mismo

Mi padre, que fue niño de postguerra sabía bien lo que era carecer de ellos. Pero este año nuevo han sido otros zapatos los que hicieron que me despertaran con estremecimiento. Los zapatos, o mejor dicho las deportivas de los más de 80 inmigrantes subsaharianos que permanecieron encaramados en la valla de Ceuta entre la madrugada del 31 de Diciembre y el 1 de Enero y que fueron brutalmente reprimidos con material antidisturbios, pelotos, gases por las fuerzas de seguridad del estado hasta ser finalmente devueltos en caliente  a Marruecos. Como consecuencia de estos hechos han muerto dos jóvenes africanos y un tercero ha perdido un ojo. 

Una vez más, por mucho que intenten disfrazarla de “legal”, primó la barbarie, sobre la humanidad, la justicia y el respeto a los derechos humanos. La noticia apenas ha tenido eco en los medios, a no ser por el empeño de algunas organizaciones y grupos de iglesia alternativos empeñadas en romper el muro del silencio. 

Nos hemos acostumbrado a naturalizar el expolio de África y el de sus hijos e hijas, el derecho de los africanos a migrar y también a no verse forzados a hacerlo. Pero sus zapatos despedazados en las concertinas y sus cuerpos rotos gritan y seguirán gritando, como dice Monseñor Agrelo, obispo de Tánger, que los inmigrantes no son un peligro, sino que están en peligro.

Aunque la nota de prensa oficial acusa a los subsaharianos que protagonizaron ese salto de haber actuado de forma extremadamente violenta y organizada. Sin embargo, el obispo, ha afirmado que la única arma que él ha podido comprobar en su encuentro con ellos, tras los acontecimientos, no han sido otras más que el hambre y el frío y que la iniquidad contra los pobres, que se lleva a cabo en la frontera Sur tiene armas más poderosas como son la censura y la mentira. 

Mientras tanto en los campamentos de Beliones los africanos siguen arreglando sus zapatos, insertando clavos en sus suelas para intentar un nuevo salto y nos urgen a gastar las nuestras denunciando las devoluciones en caliente

                                                           Inshallah

martes, 10 de enero de 2017

“La Virgen Marìa tambièn denunciarìa" (Alandar Enero 2017)



Empiezo mi artículo de este mes con una frase con la que una amiga centroamericana convencía a otra para que abandonara su domicilio y acudiera a un servicio de protección contra la violencia machista. Desde entonces lo cantamos como consigna en las manifestaciones del 8 de Marzo y el 25 de Noviembre. La religión puede ser el opio del pueblo y en ese sentido también de las mujeres, o por el contario, un punto de apoyo importante para su liberación. Todo depende.

Depende entre otras cosas de cómo leamos la Biblia y el Evangelio, domesticándolos y sometiéndonos a su patriarcalización o desde una hermenéutica de la liberación o de la sospecha. Mi amiga centroamericana lo tenía claro. No en vano ella abandonó a su marido agresor con tres hijos y embarazada después de leer el Magníficat y ponerse debajo del manto de la virgen de su pueblo.

Hace un mes tuvimos en Madrid un hecho insólito. La Vicaría de lo social y la Fundación Luz Casanova convocaron un encuentro para abordar por primera vez como iglesia, en la Diócesis, la cuestión de la violencia contra las mujeres. Tuve la suerte de ser invitada a participar como ponente y aunque muchas más veces he abordado este tema desde la teología en diferentes jornadas y congresos siempre me produce el mismo extrañamiento y perplejidad. ¿Cómo en nombre de Dios se ha podido y se puede legitimar la violencia contras las mujeres, o entrar en complicidad con ella, en lugar de denunciar y deslegitimar a sus victimarios? 

domingo, 8 de enero de 2017

LOS INMIGRANTES NO SON UN PELIGRO, SINO QUE ESTÁN EN PELIGRO

El triunfo de Donald Trump como presidente de Estado Unidos confirma entre otras cosas el éxito de la criminalización de los inmigrantes y el poder del miedo para manipular a las masas, incluido entre los propios migrantes. Convertir al diferente, al extranjero, en enemigo o en chivo expiatorio en condiciones de impotencia política o crisis económica funciona. La sombra de los neofascismos recorre el mundo, ya sea con el nombre de Trumpismo Amanecer Dorado o Lepenismo.

Pero como ha declarado recientemente Monseñor Agrelo [1], las personas migrantes y refugiadas, los sujetos que viven en primera persona el fenómeno de la movilidad humana no son peligro, sino que están en peligro y la legalidad ha declarado la guerra a los pobres. 

Lo hemos visto recientemente en algunas imágenes que a través de medios alternativos nos han mostrado el desalojo violento de más de 3000 inmigrantes, en los alrededores de la estación Norte de París, donde intentaban cobijarse tras el desmantelamiento de los campamentos de Calais y su posterior traslado en autobuses de la vergüenza, que en lugar de proteger a las personas protegían con plásticos antisépticos los asientos. 

El imaginario de los migrantes como peligro y amenaza a la seguridad cotidiana se reproduce desde las lógicas del poder e invierte la realidad. Así está sucediendo cada día, ya sea en la Puerta del Sol en Madrid, con el acoso a manteros, con el nuevo plan policial que se quiere poner en marcha en el distrito Centro, o las agresiones a lateros que estamos registrando en estos últimos meses, ya sea en el bosque de Beliones en la frontera Sur, en los campos de refugiados en Grecia y Turquía o la violación sistemática de los derechos humanos en los CIES, como recientemente las personas amotinadas en el de Aluche nos lo han recordado con sus gritos de dignidad, dignidad, libertad, libertad.

Por eso, como denuncia el obispo de Tánger, produce perplejidad ver a las fuerzas de seguridad de los estados desplegarse para que los pobres no puedan acceder al pan y circular libremente por las calles.El mal es un monstruo, un poder sin nombre que se burla de la justicia. Ignora los derechos humanos e impide incluso la caridad, en el mejor sentido de la palabra. o sencillamente el sentimiento de humanidad ante el sufrimiento de los otros si estos otros son diferentes, porque el diferente se ha demonizado y convertido en peligro.

Pero el otro, el diferente y su clamor irrumpen también en nuestra vida cotidiana con una verdad más desnuda:  

“Estoy a la puerta y llamo si me abres cenaremos juntos”...

“Clamo en las fronteras de la Europa fortaleza. He sido expoliado, por guerras y hambrunas producidas por aquellos que me criminalizan y me convierten en descartable para mantener su status quo…"

"Estoy a la puerta y clamo. Abridme, en nombre del Dios, de Jesús, Nuestra Justicia..."

 "Abridme en nombre de Alfattah, el Dios todo apertura, como le invoca El Islam"... 

"Abridme, para que nos sentemos juntos y juntas en la mesa de los derechos humanos y sociales y la distribución equitativa de los bienes de la tierra. 

"Abridme, Abrid las fronteras. Soy, yo Dios mismo, el que os lo reclama (Ap 3,20).



[1] Santiago Agrelo, Fe contra el mal, 14/ 10 /2016,http://www.vidareligiosa.es/blogs/guantedeseda/

martes, 3 de enero de 2017

Por un 20017 en el que vayamos trayendo el sol

Que llegue el sol ....
que los vayamos trayendo desde abajo, 
desde adentro, entre muchas y muchos ...
para que se a acabe el frio y la sombra 
en los rincones del corazón 
 y en el espacio social y politico...
en las fronteras, 
en las oficinas del INEM, como ésta....