De las 37.000 personas que están en España en situación de calle, más de 4.000 sobreviven en Madrid (datos del INE 2022). Mucha de ellas son personas que tras cruzar la frontera de Barajas u otras, se les niega también el derecho al asilo y la acogida. Vienen huyendo de la violencia económica y política que amenaza sus vidas y la de sus familias y con un deseo a fuego, grabado en su corazón, contra toda desesperanza: trabajar, para poder sobrevivir dignamente, y mantener a sus familias hasta que puedan reagruparlas.
Una gran mayoría de estas personas son latinoamericanas con amplia experiencia profesional en su país: comerciantes, mecánicos, administrativos, conductores. “todólogos”. Muchos de ellos cada mañana recorren la ruta de la explotación, de Barajas a Plaza Elíptica, donde se llevan a cabo las cundas de los albañiles. Un mercado sumergido y explotado de trabajo, donde acuden empresarios piratas para seleccionar mano de obra ilegal, sin derechos y a destajo por menos de 30 euros al día. Algunos de estos trabajadores se cobijan del frio en un bar próximo, pero cuando se acercan las furgonetas toda la plaza se moviliza porque no quieren perder esa oportunidad. A modo de subasta humana los elegidos, son introducidos en el maletero, a veces hasta 10 personas, sin conocer la dirección de la obra o el trabajo que van a hacer, casi siempre fuera de la ciudad de Madrid, en lugares de difícil acceso para las inspecciones de trabajo. Los impagos y los accidentes laborales están a la orden del día y es difícil reclamarlos pues tras trabajar durante semanas y jornadas intensas, el patrón no da señales de vida.
Desde hace unos meses, un grupo de estos trabajadores están intentando autoorganizarse con el apoyo de un grupo de abogados laboralistas de Carabanchel (ADELA: Autodefensa Laboral). Es esta una de mis mejores noticias y deseos para el nuevo año, poner fin a la explotación laboral que la propia ley de extranjería genera. Porque las reformas que se aplican no dejan de ser parches insuficientes mientras que la exigencia de una ¡regularización ya! se hace cada vez más lejana, por los intereses partidistas y los oídos sordos del gobierno, que decide olvidar que, aunque el mercado lo que quieren son brazos, quienes llegan son personas. Mientras tanto en los baños de la T4 a primerísima hora seguirán coincidiendo, de manera más o menos discreta quienes viajan al Caribe y otros países exóticos en las rutas turísticas con quienes son expulsados de ellos por la violencia y el extractivismo económico.
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