Mamadou es mantero. No
forma parte de ninguna mafia como cree la gente. Ser mantero no es su sueño,
pero tiene que comer cada día, pagar el alquiler de su habitación y mandar algo
de dinero a su familia en Senegal. Compra bolsos de imitación de Carolina Herrera
y cinturones de Luis Vuitton a “los
chinos” y los vende en la puerta del
Sol. Vende en grupo porque es la manera
que tienen los manteros de ayudarse y protegerse juntos.
Mamadou tiene
28 años y unas largas piernas acostumbradas a correr. Lo hacía en Senegal,
cuando iba a la escuela y tenía que recorrer 12 Kms diarios para llegar a ella
cada día y sigue corriendo ahora, cuando huye de la policía que le
acosa por cometer un delito
contra la propiedad intelectual, según la nueva Reforma del código Penal. Pero
paradójicamente quien le acusa de robo
es Luis Vutton, tercera mayor fortuna de Europa.
Mamadou tiene tres hermanos pequeños en su país de
origen. Ellos son la causa de sus carreras. Ellos fueron su motivación
para cruzar el desierto y arriesgarse a embarcarse en la patera. A Mamadou le
gusta mucho estudiar, aunque tuvo que dejar de hacerlo pronto. Por eso
no quiere que a sus hermanos les pase lo mismo. Por eso se arriesga cada día
vendiendo en la Puerta
del Sol cinturones y bolsos de imitación.
Mamadou no es mantero. Ningún top
manta lo es. Ser mantero no es oficio es un acto de supervivencia. En su país
era mecánico y en sus 8 años en España se ha
formado como jardinero, electricista y fontanero. Hace unos años regularizó
su situación trabajando como cuidador de un señor mayor, vecino suyo, pero el
señor murió y al quedarse de nuevo sin
trabajo no ha tenido más remedio que volver a la manta, como muchos otros de sus compañeros hoy.
Desde hace cinco años
es voluntario en la asesoría legal de una asociación, en la que hace de intérprete
con sus paisanos que no hablan bien castellano. Tiene
mucho amigos españoles pero todavía no ha podido borrar de su cabeza el
infierno que vivió en el barrio de Boukalef
o en el monte Gurugù en Marruecos, hasta que finalmente una noche pudo
llegar a las costas de Algeciras, donde buenas
gentes le acogieron y ayudaron mucho, gentes como las que forman la Red Interlavapiès
con las que ahora en Madrid está organizado y nos repite insistente y sin perder la calma:
“La gente tiene que saberlo. No somos delincuentes, somos sus vecinos.
Sobrevivir no es un delito”
Pepa
Torres Pérez
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