Cada día, sobre las 8, aparecen como un desfile de hormigas, pero en vez de grano portan cajas con comida caliente y zumos. Van tomando la plaza, hasta cambiar su paisaje: de un lugar de fuerte policialización y control a un lugar de vínculo y encuentro. Hace varios años que decidieron pasar de la indiferencia o el sentimiento de impotencia a la proximidad y el encuentro con las personas sin hogar que deambulan en la plaza de Tirso de Molina y con quienes salen a buscar la vida cada día y vuelven a casa sin conseguirlo.
A algunos los conozco de otras redes del barrio como Bienvenidxs refugiadxs o son vecinos de toda la vida, como Isabel, que tuvo mucho tiempo un comercio de juguetes artesanales en el corazón de Lavapiés, muy conocida porque su tienda, más que un negocio, era un lugar de encuentro y conversación animosa donde siempre había un café o un té a punto para quien hubiera tenido un mal día.
Inspirados en una iniciativa de Barcelona un grupo de vecinos empezaron a reunirse y organizarse para encontrar el modo de generar vínculos comunes con quienes pasaban el día en la calle o practicaban la mendicidad. Hoy son más de 120 personas las que están involucradas. Tienen claro que no son un grupo benéfico y que aunque comparten alimentos son más una red solidaria de apoyo mutuo que un proyecto asistencial, porque tan importante como el qué son los cómos y en ellos la apuesta por la reciprocidad rompiendo con las asimetrías impuestas es fundamental.
Algunos son budistas, otros cristianos y la mayoría agnósticos. Lo que les une y les convoca pese a su gran diversidad es el rostro del otro. El otro que nos precede, que diría Levinas y que merece siempre respeto y projimidad.
Pepa Torres Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario