No me suele gustar el
día de la madre. Además de que es una fiesta consumista abanderada por el Corte Inglés la maternidad que se ensalza tiene poco que ver con en
la experiencia de muchas mujeres con la madre
real o con la experiencia de quienes viven una maternidad más allá del modelo esencialista que se impone y
cada vez son más las mujeres que lo rompen. Mujeres que reclaman el derecho a conciliar vida laboral y
familiar y mujeres también que reivindican el derecho a migrar, pero también a no migrar. Porque el mayor coste en la vida de una mujer es la maternidad vivida desde un locutorio.
Farzana ha tardado 8
años en reagrupar a su hija pequeña. El resto de sus hijos no ha podido hacerlo
porque sus condiciones de vivienda y salario no alcanzan el baremo exigido por
la ley de extranjería. El locutorio es el escenario de su cuidado maternal. Desde
el skape revisa las notas de sus hijos, acompaña sus preocupaciones, escucha
sus reclamos, ha conocido al novio de su hija mayor, sigue el proceso de
incorporación de su hija en la universidad, o la hospitalización de su madre.En el colectivo Territorio Doméstico, en nuestros
talleres y asambleas hablamos mucho de cómo afrontar juntas las consecuencias
que todo esto tiene en nuestras vidas. La mayoría son mujeres cuidadoras que han dejado de cuidar físicamente a los suyos para venir a cuidar a nuestros familiares, porque el mercado
laboral lo propicia, aunque sea en condiciones absolutamente precarias y de
sobre-explotación, como en la mayoría de los casos sucede.
Las migraciones
femeninas son en gran parte una consecuencia de la deuda de cuidados. Lo mismo que existe una deuda económica de Norte a Sur y una deuda ecológica, estamos en deuda con millones de mujeres que han
dejado de cuidar a los suyos para que las mujeres de esta parte del mundo
podamos conciliar. ¿Pero cómo concilian
las mujeres migrantes, las madres de locutorio?En Territorio Doméstico hablamos constantemente de estas cosas. Muchas
de nuestras compañeras tienen a sus hijos e hijas en sus países. De madrugada,
hora española, enganchan con ellos a través del skape.
Ellas son las
protagonistas de las cadenas globales de cuidado. Mujeres que migran
como estrategia de supervivencia para sus propios hogares para asumir trabajos de cuidados en otros países y
que a la vez dejan a los suyos en manos de otra mujer, de manera que el trabajo
de sostenibilidad de la vida queda transferido en base a la categoría de status
económico y raza. Un ejemplo muy gráfico son las mujeres argentinas, que cuando
migran transfieren el trabajo de cuidados a las mujeres bolivianas. Es la
cadena de la sostenibilidad de la vida, siempre sobre las espaldas de las
mujeres e invisible en la lógica capitalista.
Pero estos días estamos
también celebrando los avances en nuestra lucha por la ratificación del Convenio 189 de la OIT. Hace unos días, conseguimos
avanzar la propuesta en el Parlamento
europeo, a partir de la presión de una delegación en Bruselas en la que participaron algunas compañeras, convencidas
que sin nosotras no se mueve el mundo
y que aunque las políticas migratorias querían,
brazos, llegamos personas y que“Sin
nosotras no se mueve el mundo”.
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