Hoy es la fiesta de la organizacion religiosa con la que vinculo mi vida desde hace muchos años . De mis multiples pertenencias es la más fundante. Todo empezò todo con un grupo de compañeras a fines del XIX y principos del XX entre las que destaca el liderzago de una de ellas : Luz Casanova, que tuvo la intuicion de reproducir la vida de Jesus y su apóstoles, pero en mujeres y en los suburbios de Madrid, compartiendo la vida, la amistad, las luchas y los sueños con los y las empobrecidas. Por es mi post de hoy va sobre ello y como entendemos en la congregcaion de la que formo parte que la misericordia va unida inseprabalmente a la justicia y como el amor ha de ser también polìtico.
“Conscientes de que la justicia a la cual somos llamadas y con la que nos comprometemos, es nuclear en nuestro carisma hoy, reconocemos que su búsqueda y práctica (Mt 6,33) no es ajena a los contextos en los que vivimos. A Dios se le conmueven las entrañas ante el sufrimiento de sus criaturas y se compromete personal y colectivamente con ellas: unas veces sosteniéndolas en su dolor, otras padeciendo silenciosamente la violencia estructural y otras veces, alzando la voz a través de las personas, redes y colectivos, empeñados en la transformación de la historia para revertirla”[1]
La misericordia es matriz fundante del carisma apostólico. La experiencia del Dios de la encarnación de Luz Casanova que se hace misericordia en acción, misericordia en relación y “se muestra como pobre ante ella pidiéndole que le ame”, la mueve internamente a “hacer lo mismo”. Por eso en Luz Casanova la misericordia es eucarística y pasa por sentarse con los pobres en la mesa santa de la inclusión.
En su contexto histórico la mediación adecuada para ello son lo que tradicionalmente llamamos en la iglesia las obras de misericordia, que Luz concibe de manera integral: “obras corporales que den frutos espirituales”. Es decir, que la persona no es sólo necesidad física, ni que en cada ser humano gime el Espíritu y es portador de anhelos hondos más allá de la materialidad de sus carencias físicas. Junto con el pan, los empobrecidos y empobrecidas reclaman también su derecho a las rosas. O dicho de otro modo, reclaman no sólo de qué vivir, sino por qué vivir: belleza, sentido, reconocimiento, trascendencia, aunque a menudo este grito en lenguajes que no tengan nada que ver con los códigos y marcos religiosos al uso.
En nuestro itinerario carismático como congregación hemos ido descubriendo, a la luz de los signos de los tiempos, la vida compartida entre los pobres y la lectura de la Palabra, que la misericordia no tiene sólo una dimensión ética, sino también lúdica y estética y que va siempre de la mano de la ternura y la indignación. Como escribía hace ya muchos años Heinrich Boll : El Evangelio es la Buena Noticia de las misericordia y la ternura porque “siempre es curativa, con palabras, con manos que también pueden llamarse caricias, besos, comida en común...Hay seres que pueden ser curados por una voz, simplemente por el material sonoro de una voz determinada....No son los dogmas ni los principios los que liberan a la gente del suicidio o la desesperación sino el juego y en el juego siempre el riesgo, no el riego necio de perder, sino el que uno no sabe cómo va a resultar”.
Así lo descubrimos en Jesús, misericordia encarnada del Abba, hecha pueblo, historia, gesto, caricia, relación, que no se impone, sino que se expone a la acogida y a la libertad humana, que no suple lo humano sino que cuenta con ello. Una misericordia que no está reñida con la indignación y el sentido crítico, como cuando nos urge a ser astutos como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10,16),o a amar a los enemigos (Mt 5,42-43) o a no separar el trigo de la cizaña (Mt 13,24-30).
Una misericordia que se nos revela en un Jesús que llora de amor por el amigo perdido (Jn 11,1-45) o de impotencia ante la dureza de corazón de una ciudad que es el símbolo del poder y la ortodoxia implacable (Lc 19,41-48), un Jesús que respeta profundamente la decisión del joven rico pero no puede evitar que su corazón queda dolorido y afectado por ella (Mc 10, 17-30 ), o que ríe y banquetea con comilones, borrachos y prostitutas (Mt 11,19) o que juega con los niños poniéndose a su altura y ubicándoles en el centro (Mc 10, 13-169), o que acaricia a la mujer encorvada y la ayuda a empoderarse y ponerse de pie y restituir su dignidad herida (Lc13,10-17) o posicionándose al lado de la adúltera y la hemorroisa (Jn 7,53;8-1; Mc 9,25-34), dejando así caer sobre él la ira del templo y sus representantes
En el NuevoTestamento el término paradigmático referido a la compasión y la misericordia es el verbo splanjnizomai, cuyo significado está asociado a la acción de abrazar visceralmente, con las propias entrañas, los sentimientos o la situación del otro y cuyo texto más representativo es la parábola del samaritano. La llamada a hacer histórica esta parábola en el contexto de los empobrecidos de las periferias madrileñas a fines del siglo XIX y principios del XX es la que nos hace nacer en la iglesia como mujeres apóstoles al lado de los pobres y posteriormente con congregación religiosa.
Muchos años después la relectura del carisma y la espiritualidad apostólica desde las claves de la Conferencia de Puebla y sus diferentes “aterrizajes” en los contextos donde estábamos fuimos abriéndonos como congregación a otras compresiones de la misericordia que afectaran también a la incidencia estructural de nuestra vida. Nos fuimos haciendo conscientes que si el pecado es estructural hay que injertar también amor político en las estructuras sociales hasta transformarlas y esto es imposible si no es desde las sinergias y el trabajo en red. Así, fuimos pasando de las obras propias a una forma de vida más inserta entre los empobrecidos, participando en sus organizaciones y en colectivos comprometidos con los derechos humanos y en ese proceso es en el que andamos como congregación hoy.
El papa Francisco en Laudato Si, nos recuerda nuevamente que “el amor, lleno de pequeños gestos de cuidados mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a las macro relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas[2]”.Por eso la misericordia desde nuestro carisma pasa hoy por el compromiso con la Justicia Paz e Integridad de la creación, por vivir una compasión política con toda vida, desde la sinergia del trabajo en redes hasta que toda la realidad sea eucarística.
[1] Buscando el reino de Dios y su justicia 43, p 18.
[2] LAUDATO SI 231
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