Aunque mi madre era modista nunca me enseñó a coser. Estaba convencida que la mujeres teníamos que hacer otra cosas en la vida y para eso cosía y cosía y mientras lo hacía alimentaba y se gozaba con mis de sueños de adolescente que quería ser abogada o escritora. Quizás por eso siempre me ha fascinado el arte de la costura, el milagro de la aguja y el hilo, del pespunte y los hilvanes, la destreza de asegurar que los botones no se te van a caer en el momento más inoportuno y la habilidad de recomponer cremalleras o sustituirlas por otras nuevas, aunque tenga un gran déficit en todo ello que por más que lo intento no consigo superar.
Pero la vida da muchas vueltas y ahora convivo con una compañera que entre sus muchas habilidades, una de ellas es el arte de la costura y el patchwork, de modo que con aguja e hilo transforma retales viejos y aparentemente “inservibles” en cojines, bolsas, manteles o camisas increíbles y lo hace con la naturalidad y la sencillez de creer que su tarea es insignificante.
Cuando veo la agilidad de sus pies y su manos controlando la máquina de coser alimento otros sueños muy distintos a los que tenía cuando era pequeña…una pequeña cooperativa de hombres africanos y mujeres banglas haciendo arreglos de ropas, para gentes a las que como yo, arreglar una cremallera les resulta un enigma, un pequeño taller de confección y venta de ropa de diseño con tejidos étnicos y una marca “mantera” patrocinada por Richard Gere o Susan Sarandon con el lema: Yo también apoyo a los manteros. O el sueño de acabar con todos los talleres textiles en los países del Sur mantenidos con mano de obra esclava de mujeres y niños y que suministran a las grandes marcas y sus transnacionales sin que esto sea considerado delito.
Quizás por todo eso una de la metáforas que me resultan más sugerentes para referirme al misterio de Amor y dignidad en el que somos, nos movemos y existimos (Act 17,28) es la del Di-s costurera. Una imagen, por otra parte bastante desarrollada por autoras feministas como Mari Harris para narrar la acción creativa y cuidadosa de Di-s en la historia y su provocación para entrar en complicidad con ella:
Dios nuestra Madre, está sentada y llora. El maravilloso tejido de la creación que había tejido con tanta alegría está mutilado, desgarrado, hecho jirones y su belleza devastada por la violencia. Pero he aquí que se dispone a reunir los jirones para tejerlos de nuevo. Reúne los jirones de nuestras tristezas, las lágrimas, las frustraciones, el dolor, la ignorancia, las violaciones, la muerte. Y reúne también los jirones del trabajo duro, la compasión de muchos corazones, las iniciativas por la paz, las luchas contra la justicia (…) y nos invita a sentarnos a su lado, a tomar parte en su trabajo, a participar en la tarea jubilosa de volver a tejer junto a ella el tejido de la nueva creación.
También El Evangelio habla de agujas y costuras, recordándonos que no se puede remendar un paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira de lo nuevo y se rompe el paño (Mt 9,17). Quizás por ello este curso que estamos iniciando es un buen momento para plantearnos que puntadas queremos echarle al tejido del Reino en nuestro aquí y ahora, conscientes que estamos viviendo un tiempo de oportunidades que hemos de aprovechar para forzar un cambio de giro en la sociedad civil y en la iglesia, largamente esperados y gestados entre muchas adversidades y resistencias. Tiempos de oportunidades que hay que apoyar, haciendo propuestas y buscando como hacerlas viables, pero también sin perder el sentido crítico y generando contrapoder para que quienes si nos representan, sigan haciéndolo y no terminen cediendo a las presiones de los grupos más hostiles a los cambios y defensores de su status quo..
Por eso tenemos que seguir empeñadas y empeñados en echar puntadas fuertes en el tejido de la cultura del encuentro y del cuidado. Nuestros barrios, están hambrientos de acogida, de hogar, de reconocimiento. Aunque la globalización nos abre a nuevas perspectivas convivenciales está suponiendo también en sus aspectos más negativos, la demonización del diferente y la ideología de la seguridad y la sospecha a cualquier precio. La acogida, la hospitalidad son hoy más que nunca un signo profético que requiere tiempo, cuidado, discernimiento, calidad y apuesta gratuita por ello. Acoger es abrir el espacio y el tiempo al encuentro con otros/ as diferentes, y hacerlo desde una actitud de reconocimiento y mutua necesidad, lo cual nos lleva muchas veces al esfuerzo de intentar sentir y pensar desde donde no estamos, a suspender juicios, a arriesgar en el diálogo y a aceptar lo que el otro quiera ofrecernos, a no imponer ritmos sino a ir detectándolos.
Acoger nos complica la vida e implica riesgos, porque la acogida es también política y nos posiciona en los ambientes
Esta puntada requiere hilar muy fino en el tejido de las relaciones, porque la relación es la puerta de entrada a la organización y porque la política más poderosa es la que se sostiene en el amor y en la fuerza de los vínculos. Por ello hemos de ser tercas y tercos en el empeño de confeccionar relaciones inclusivas y de igualdad, cuidando la reciprocidad y superando las asimetrías que se nos imponen: personas con papeles/sin papeles; autóctonos/ migrantes; creyentes/ increyentes; mujeres/varones; musulmanes/ cristianos; refugiados /inmigrantes, etc.
Hay que seguir echándole ahinco a la tarea de tejer ciudadanía activa y crítica, cuidando el empoderamiento y el protagonismo de las personas y colectivos más vulneradas en su derechos y tejer de la diversidad comunidad, desde el compartir sueños, luchas, saberes,etc.
Otra puntada imprescindibles es la apuesta por la reciprocidad, la mutualidad y la disposición a entrar en dinámicas hondas de compartir. Compartir es partir- con. Esta preposición es fundamental para comprender su significado.
Es muy distinto partir algo para otro, que partirlo con otro. Compartir conlleva participar de un universo y cotidianidad común, supone reciprocidad. Quien comparte se hace compañero y compañera, no es un ayudador.Las palabras compañero y compañera vienen de cum-panis, palabra que evoca comer el mismo pan, es decir, participar de la misma vida, del mismo sueño. Compartir es yo doy de lo mío (lo que tengo, lo que soy) y tu das de lo tuyo (lo que tienes lo que eres). Es alteridad y mutualidad. El poder de dar y el poder de recibir es el dinamismo de la humanidad que nos permite sobrevivir como género humano.
Otra técnica con la aguja y el dedal que nos es imprescindible no olvidar en este inicio de curso es que la vida se teje más al hilo del proceso que de los planes y esto nos pide entrar en una nueva compresión y relación con el tiempo, más cualitativa que cuantitativa, más como kairos, que como cronos. Es decir, más vinculada al acontecimiento, al encuentro y a los pequeños cambios cotidianos que a los ritmos de las agendas ansiosas y los planing, que terminan por devorarnos y devorar porque los transformaciones más radicales de nuestra vida incluidas las históricas son más carrera de fondo que de velocidad
Pues a enhebrar agujas a y a seguir tejiendo en colectivo al hilo del sueño de Dios que nos habita
Pepa Torres
No hay comentarios:
Publicar un comentario