Vivo en una escalera muy diversa. Es una casa de largos pasadizos donde convivimos 40 vecinos. Pero de entre todos ellos la familia de Lía es la que me resulta más entrañable. Sus detalles siempre me sorprenden. Nunca nos piden nada, sino que más bien nos ofrecen. Hace unos días volvieron a hacerlo de nuevo. Sumi, la madre, había estado enferma y cuando Lía llamó a nuestra puerta, nos dimos cuenta que ni siquiera habíamos bajado a verla ni preguntado por ella, por lo que pensamos que se había puesto peor y que quizás querían pedirnos algo. Pero una vez más nos sorprendieron: Como su madre estaba teniendo muchas visitas y la habían regalado varias cajas de galletas nos querían compartir una, porque como en nuestra casa siempre hay mucha gente habían pensado que nos vendría bien…
Lía tiene 19 años. Habla perfectamente español, inglés y francés y algo de italiano además de bengalí que es su lengua materna. Su madre se ha esforzado siempre al máximo para que su hija estudie y sea una joven mujer tan autónoma como hoy es. En el instituto ha sido siempre una alumna brillante y con muchos amigos. Dice que Lavapiés le encanta pero que fuera del barrio hay cosas que ya no le resultan tan fáciles. Hace unos meses se intentó matricular en un módulo de Farmacia en un centro de FP en la zona Norte de Madrid pero tras hacer varias gestiones se echó para atrás en el último momento porque en la secretaria alguien le dijo que para ir al instituto se tenía que quitar el velo, que esas costumbre no son de este país. Lía se quedó perpleja porque nunca le había pasado nada parecido en ninguno de los centros donde ha estudiado.
En aquel momento pasó por allí la directora e intervino en el asunto y le dijo a Lía, que allí no se discriminaba a nadie por la forma de vestir ni por sus creencias y que tenía derecho a matricularse si ese era su deseo. El caso es que Lía se marchó de instituto sin hacerlo pues se había sentido muy humillada. A los pocos días vino a casa a contárnoslo y entre nosotras y sus padres la reforzamos de nuevo en su deseo de matricularse. Ayer ha vuelto a llamar a nuestra puerta. Esta vez nos traía un frasco de aceitunas y un recorte de prensa con la historia de Tawa Rejeb, la alumna española de origen tunecino que fue expulsada de un instituto en Valencia por negarse a quitar el hiyab y que finalmente la Conselleria reconoció y garantizó su derechos a la educación por encima de las normativas internas del centro sobre vestimentas. Esta vez Lía no nos dijo nada, nos entregó el recorte de prensa y las aceitunas y no sonrió con un guiño cómplice
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