Escribo mi columna inspirada en un texto de Laura Casielles que tengo sobre mi mesa de trabajo: Al borde del desierto. Allí donde no sirven los mapas se impone confiar… en una mano, en una intuición, en una estrella. Me lo repito interiormente como un mantra, cuando me toca acompañar situaciones al límite, de difícil solución o por lo menos no inmediata, como me ha sucedido en varias ocasiones esta semana.
Otro de mis textos preferidos cuando así sucede es Confía y ten calma, de Edith Stein y recreado por Monseñor Agrelo referido a los campamentos de Beliones, cuando son saqueados por las fuerzas auxiliares de Marruecos o esperan el momento oportuno para preparar un salto a valla. Porque en las periferias además de la resiliencia y la rebeldía se impone la confianza como recurso de supervivencia.
Me lo recordaba hace unos días Abdul, uno de nuestros huéspedes, acogidos en casa durante la crisis de la Campaña del frío. Ahora que por fin ha conseguido plaza en un dispositivo viene a vernos a menudo y la lengua se le ha soltado, así como la sonrisa.
Poco a poco nos va contando, como a ráfagas, su viaje desde costa de Marfil…la muerte de uno de sus compañeros en el camino…la devolución y la violencia en las fronteras de Argelia y Marruecos…los dos saltos fallidos… hasta que al final, en una zodiac, llegó desde Tánger a Motril, donde se les negó toda ayuda humanitaria y le dejaron, junto a otras 25 personas, en la estación de autobuses de Granada con un billete para Madrid.
Con sus apenas 25 años cuenta que en los momentos más duros, para que no le pudiera el miedo o la tristeza ponía todo el esfuerzo de su memoria y su corazón en recordar todas las personas, que sin conocerle, le habían ayudado por el camino y toda la gente, que desde su pueblo, esperaban que llegara a Europa, sobre todo su madre viuda y sus hermanos pequeños y que esa confianza siempre le ayudó… porque la vida es un milagro…
Y yo en semanas difíciles como ésta miro con perplejidad y admiración a mi joven y nuevo amigo filósofo, que ha venido desde Costa de Marfil a nuestra casa para recordarnos la verdad más elemental que en esta parte del mundo olvidamos: que la vida no la podemos dar por supuesto, que la vida es un milagro y que hay que confiar y tener calma.
Pepa Torres Pérez
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