Gracias por la invitación a ser pregonera de la celebración del 8 Marzo en esta iglesia símbolo de la acogida y de la cultura del encuentro y la diversidad. Bienvenidas y bienvenidos en este día víspera de la huelga de mujeres y de la celebración de nuestras luchas y sueños en este día que también celebramos la apertura de una nueva casa de acogida para mujeres por iniciativa de Mensajeros de la Paz .
El 8 de Marzo es una jornada reivindicativa y festiva al modo que lo hacemos las mujeres, una jornada para reivindicar como aquellas obreras de Masachussets el derecho al pan y a las rosas, pan para tener de qué vivir: justica, equidad de género, derechos sociales, igualdad, vivienda, el fin de la violencia y la pobreza contra las mujeres pero también y a la vez el derecho a las “rosas”: para tener por qué vivir (reconocimiento, participación, inclusión, sentido, espiritualidad).
Este 8 de Marzo lo celebramos en un contexto en el que como diría Santa Teresa de Jesus está el mundo ardiendo y no son tiempos de tratar con Dios negocios de poca importancia. Un contexto de incertidumbre y fracaso político que supone la imposibilidad de acuerdo ante los presupuestos generales, la convocatoria de nuevas elecciones, la emergencia de la ultraderecha en nuestro país y la extensión del trumpismo cutural o la sombra de la bolsonarización de las sociedades.
Frente al nosotros primero, blanco, varón y supremacista, que reclaman estas tendencias las luchas de las mujeres anteponen el nosotras diversas y juntas, como leeremos mañana en el comunicado al final de la manifestación. Un contexto que aviva nuestra conciencia ciudadana y cristiana y nos exige avanzar en el compromiso con la igualdad y la equidad de género y no cansarnos de exigir justicia, reparación, medidas legales, económicas, políticas sociales que pongan fin a la feminización de la pobreza, la violencia contra las mujeres y los feminicidios en el mundo.
Por eso este 8 de Marzo seguiremos exigiendo justicia frente a la impunidad por las muertes de mujeres defensoras ambientalistas y de derechos humanos como Berta Cáceres asesinada por intereses extractivistas en Honduras hace dos años y Marielle Franco, militante LGTB, símbolo de la defensa de las luchas de las mujeres y los jóvenes de las favelas brasileñas el años pasado. Marielle, días antes de morir escribía en una notas para un discurso que estaba preparando: ¿Cuantas más tienen que morir para que acabe esta guerra contra las mujeres?.
Como afirma Yayo herrero estamos sido contemporáneas de un guerra contra la vida en las que sus principales víctimas están siendo las mujeres y la tierra. Basta con recodar el número de mujeres asesinadas y víctimas de violencia sexual en nuestro país en lo que va de año. Pero si bien es cierto que la feminización de la pobreza y la violencia contra las mujeres son un grito global lo que nos une también a millones de mujeres en el mundo, trascendiendo la clase, la raza, la cultura, la religión, es, junto a la vulneración de nuestros derechos, la resiliencia y la rebeldía en reclamarlos.
Las mujeres son el agente más activo en las luchas por la tierras, por el agua, por el medio ambiente, por la soberanía alimentaria, por la vivienda, son las que sostienen los proyectos migratorios en el acá y en el allá, las protagonistas de las cadenas globales de cuidados, porque como dicen mis compañeras de Territorio Doméstico, sin nosotras no se mueve el mundo y lo hacen creando tramas comunitarias basadas en el apoyo mutuo y la política de los vínculos.
También desde la perspectiva eclesial el contexto de este 8M es un grito ante las denuncias de violencia contras las mujeres y explotación al interior de la propia iglesia, como la Unión de Superioras generales del mundo (USG) ha denunciado hace unos meses. Un contexto, insisto que exige nuestra implicación, que aviva nuestra conciencia y nos urge a la sororidad, a la fraternidad entre mujeres, a la opción por y con las mujeres no como otras, sino desde nuestra propia conciencia de serlo, en una sociedad y en una iglesia, en la que todavía en amplios sectores, se nos continua identificando con el pecado y el mal, devalúa nuestros cuerpos para la representación de lo divino a la vez que los violenta y explota.
Una iglesia que sostenemos las mujeres, pero en la que la que estamos ínfimamente representadas en lugares de toma de decisiones por razón de nuestro sexo. Una iglesia que necesita ser liberada del machismo pues en muchos de sus ámbitos constituye el gran bastión del patriarcado, en sus lenguajes, en sus símbolos, en el acceso a los ministerios, en la división sexual el trabajo que mantiene, etc. En definitiva una iglesia que frecuentemente olvida al interior de sí misma la práctica liberadora de Jesús con las mujeres y la comunidad de iguales.
ESTE 8 DE MARZO ES TAMBIÉN UNA FECHA PARA HACER JUSTICIA CON NUESTRA HISTORIA. “PORQUE OTRAS FUERON HOY SOMOS”.
La aportación de las mujeres al cambio social y la reconfiguración del mundo no nace hoy es tan antigua como nuestra historia. Otra cosa es que hayamos tenido la conciencia y los instrumentos adecuados para interpretar y rescatar la historia escondida y silenciada de las rebeldías y las propuestas de las mujeres ante un sistema que negaba y continua haciéndolo, en muchísimas situaciones y geografías, sus aspiraciones más profundas. Por ello hemos de luchar, contra la ablación de la memoria y recuperar una historia investigada y narrada desde los intereses y la visión de las mujeres y que durante siglos ha sido condenada al olvido, a la deformación o a la invisibilidad por las culturas patriarcales y la visión androcéntrica.
Historias resilientes creativas y transgresoras, como muchas de las mujeres que aparecen en el evangelio: la hemorroisa (Mc 51,21-43), la sirofenicia (Mc 7,24-30), genealogías rebeldes de nuestras antepasadas que hicieron un rasgón al patriarcado, por las que hoy somos quienes somos. Genealogías condenadas al olvido, a la malinterpretación interesada, o a la demonización, cuyo caso más paradigmático en el ámbito cristiano es la figura de María Magdalena. María Magdalena, identificada históricamente como prostituta, sin que nunca lo fuera y modelo de pecadora arrepentida para invisiblizar e intentar borrar de la memoria colectiva su liderazgo en la primera iglesia como apóstol de los apóstoles.
Pero si la historia de las mujeres es una historia de dominación también lo es de liberación . Por eso en todos las culturas y tiempos ha existido lo que Schussler Fiorenza[1] denomina la rebelión en las fronteras, mujeres que movidas por el espíritu de libertad de Sophia de Dios, de su Espíritu han abierto grietas en los muros del patriarcado ampliando visiones, perspectivas y otras alternativas de vida para las mujeres.
Mujeres como las beguinas, que en el contexto de los movimientos de reforma de la Iglesia, en la Baja Edad media se dedicaron a la predicación en lengua vernácula, a la solidaridad con los más empobrecidos y empobrecidas, creadoras de círculos de sabiduría sin ninguna mediación ni regulación eclesiástica, referencias de autoridad y libertad femenina en el seno del nacimiento de las ciudades en Europa y entre ellas Guillerma y Maifreda, autoras de lo que Luisa Muraro llama la herejía feminista[2]; santas y sabias por aclamación popular como la mística Juliana de Norwich, alentadora de la esperanza y de la libertad de las mujeres en una época de hogueras y represiones; reformadoras y monjas como Teresa de Jesús, monjas como Mary Ward, católicas sufragistas como Concepción Jimeno Flaquer[3]; esclavas afroamericanas como Araminta Ross, fundadora del primer Ferrocarril clandestino de la historia, un tren anti esclavista construido por vagones humanaos contra las políticas segregacionistas, ecofeministas como Vandana Shiva o expertas en el cuidado de la casa común como Wangari Maathay. Estas mujeres y muchas otras constituyen nuestra genealogía
A lo largo de la historia el patriarcado ha intentado socializarnos en la fuerza domesticadora del sí y del “ esto es lo que hay”, teniendo como modelo religioso el sí de una María de Nazaret falsificada, identificado con la obediencia, el silencio, la resignación y la abnegación, en el peor sentido de la palabra, e ignorando los noes concretos de la María histórica y su palabra profética en el Magnificat (Lc 1, 46-5), en la complicidad sororal con Isabel (Lc 1,39-45) y con otras mujeres y como discípula en la comunidad de iguales del movimiento de Jesús (Lc 8,1). Los sies del cristianismo no son de sumisión ni acatamiento sino que la fe es siempre una instancia crítica que mueve desde dentro y desde abajo a construir lo inédito viable, la utopía del Reino de Dios también para las mujeres.
Jesús de Nazaret no fue machista, ni su salvación es de este orden. Él no suple a ninguna de las mujeres con las que se encuentra en el Evangelio ni en su trato muestra ningún tipo de superioridad o prepotencia. Se acerca con respeto y son ellas las que, a medida que van abriéndose a esa relación, van facilitando la acción liberadora de Dios en sus vidas. Jesús salva y restaura dignidades heridas, pero no lo hace “imponiendo”, sino contando con las mujeres, exponiéndose a su relación y su libertad. Respeta sus síes y sus noes. Su relación no es de superioridad, sino que es generadora de reciprocidad y mutualidad sacando lo mejor de sí mismas e invitando también a muchas de ellas a ser “compañeras en su misión “(Lc. 8,1-3). Otras veces, como en el caso de la mujer del perfume (Lc 7,36-39; 44-50) son las mujeres las que toman la iniciativa del encuentro y lo hacen de forma transgresora, saltando barreras discriminatorias bajo el juicio condenatorio de los varones. Pero Jesús nunca entra en este “tipo de comentarios”, sino que los enfrenta desmontando sus prejuicios y oponiéndose públicamente a ellos.
Tampoco crítica los atrevimientos de las mujeres, sino que al contrario los acoge con admiración y queda afectado por su libertad y grandeza, poniéndolas como ejemplo y referencia en contraposición a los modelos masculinos (Jn 4,27; Lc 7,39-41). También como le sucedió con la sirofenicia (Mt 15,21-28) aprende de ellas y con ellas va ampliando su visión de la realidad. Las mujeres ayudan a Jesús a romper los moldes exclusivistas y patriarcales del judaísmo.Jesús constituye lo que en nuestro lenguaje actual y salvando las distancias denominaríamos una “masculinidad alternativa“. Su memoria peligrosa y crítica nos reta a vivir nuevas identidades de género, a ser “persona-varón” y “persona-mujer “más allá de los estereotipos y las atribuciones dominantes y a hacer realidad la comunidad de iguales
Por eso a lo largo de la historia hemos sido y somos muchas las mujeres que como creyentes estamos comprometidas con los movimientos de liberación de las mujeres, convencidas también como señala Bell Hooks[4] que los feminismos no son un movimiento de reivindicación contra los hombres sino para poner fin al pensamiento y la práctica sexista con independencia de quienes lo perpetúen sean hombres o mujeres puesto que todos y todas hemos de hacer un trabajo de desaprendizaje de patrones, conductas, relaciones introyectadas en nuestras vidas por el patriarcado. En estos nuevos aprendizajes y desaprendizajes entra también la espiritualidad y la teología. Somos muchas las mujeres cristianas y feministas articuladas en redes en el estado español desde hace más de 30 años y desde las que intentamos también reconfigurar el mundo y la iglesia, redes como Mujeres y Teología, la Asociación de Teólogas de España o la Red Miriam de Espiritualidad ignaciana Femenina. Hace unos meses nos encontramos en Zaragoza, más de 300 personas, la gran mayoría mujeres, que al final del congreso nos declaramos cristianas feministas, vivas y en resistencia.
Nos mantiene en esta aventura el convencimiento, como diría San Ireneo interpretado con perspectiva de género, que la gloria de Dios es que las mujeres vivan y lo hagan en abundancia.
Por eso este 8 de Marzo, muchas de nosotras nos sumaremos a la huelga de mujeres y marcharemos juntas en la lucha contra una política de vivienda que desahucia a vecinas como la Pepi, marcharemos juntas contra la discriminación laboral, la brecha salarial, los invisibilidad y la explotación de las trabajadoras de hogar y cuidados aplazadas eternamente en su inserción con pleno derechos en el sistema de la seguridad social. Marcharemos juntas por el fin del trabajo esclavo de las internas, marcharemos juntas convencidas que ninguna mujer es ilegal, exigiendo el cierre de los CIES para que ninguna mujer más muera en ellos como le sucedió a Samba Martine, marcharemos juntas contra una política de fronteras que se lucra con los cuerpos de las mujeres…
Marcharemos juntas por las más de mil razones y reivindicaciones que nos movilizan y el convencimiento de que frente al nosotros primero sólo tiene sentido y futuro el nosotras juntas y diversas
Vivan las luchas de las mujeres
Viva el 8 de Marzo
Viva la iglesia de San Antón que se suma a nuestra lucha
P
[1] Elizabeth Schussler Fiorenza, Pero ella dijo, Madrid, Trotta,1996
[2] Luisa MURARO, Guillerma y Maifreda, la herejía feminista, 1997.
[3] Autora de numerosos artículos y libros. Entre ellos Evangelios de la mujer, donde mantiene la tesis de que Cristo fue el primer feminista pues abogó por la igualdad de sexos.
[4] Bell Hooks. El feminismo es para todo el mundo, 2017.
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