Juan Bautista murió como consecuencia de un poder corrupto para el que no todas las vidas valían lo mismo. Así sucede hoy también en nuestro mundo donde millones de personas son condenadas a la exclusión a la cultura del descarte, a la pobreza obscena y la violación sistemática de los Derechos Humanos.
La libertad de Jesús frente al poder y su solidaridad compasiva con quienes menos cuentan desconcertó a muchos de sus contemporáneos como nos sigue desconcertando a muchos de nosotros y nosotras hoy.
Pero su capacidad de seducción toca nuestros corazones y mueve también internamente nuestro deseo y convencimiento de que otro mundo y otras relaciones son posibles y nos abre la sensibilidad para descubrir los pequeños gestos y signos, como luciérnagas en la noche, que nos señalan que su Espíritu Resucitado está vivo en nuestro mundo.
¿Por dónde y en quienes captamos hoy su profecía?.
J
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