viernes, 27 de septiembre de 2024

A nado ( Cristianismo y Justicia. Septiembre 2024)

Oigo los gritos de entusiasmo y alegría de un grupo de adolescentes jugando al futbol bajo mi ventana. Me produce un gran contraste con las noticias escuchadas estos días sobre la criminalización los menores marroquís que han llegado a la costa de Ceuta a nado, con flotadores hinchables, intentando confundirse con los bañistas. Las risas y los gritos divertidos que tengo de fondo, mientras escribo este artículo, me confirman una vez más la perversidad de un sistema en el que no todas las vidas valen lo mismo y lo naturalizada que tenemos esta mortal diferencia.

Los discursos de odio se cuelan cada vez más en los medios de comunicación y en las redes sociales y cada vez resulta más difícil neutralizarlos. Defender los derechos de las personas migrantes y reconocer, que son precisamente eso: “personas”, se hace cada vez más políticamente incorrecto. La izquierda europea parece estar vendida también en esta batalla tras la aprobación del Pacto Migratorio Europeo, mientras el expolio de los sures continúa y sus gentes se ven privadas no sólo del derecho a migrar, sino también del derecho a no hacerlo.

Solo una noticia sobre lo acontecido estos días recoge un detalle que no puede pasarse desapercibido pues es una grieta de esperanza: Algunos bañistas les apoyaron en su intento de escapar de las fuerzas de seguridad e incluso intercambiaron ropa con ellos. Son niños y pedían auxilio, comentó una mujer entrevistada.

Mientras tanto el Centro de menores de Ceuta está al 422 % de su capacidad y el diálogo político en el Congreso para buscar alternativas a la modificación de la Ley de Extranjería, sigue bloqueado por intereses partidistas. Mientras tanto, la mentira y la manipulación mediática a través de los bulos siguen alimentando el racismo institucional y la xenofobia en Europa, como hemos visto tristemente también estos días con el asesinato del menor de Mocejón.

Se nos hace hoy más urgente que nunca ofrecer narrativas alternativas sobre las personas migrantes desde la perspectiva de sus aportaciones, más que desde sus problemáticas, incidiendo en una ciudanía universal, en nuestra humanidad compartida y en los valores que introducen en nuestras sociedades envejecidas y narcisistas, rompiendo como dice el papa Francisco con la esclerosis cultural que nos amenaza (FT 134), porque:

“No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida. Esto nos debe indignar hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Esto es dignidad (FT 68)

Dentro de un rato vendrá a buscarme B, Zafir. B. Zafir es camarero y es también mediador. A la vez que trabaja para mantener a su madre enferma y a sus hermanos pequeños en Castillejo, sigue formándose, porque como él dice, quiere hacer algo para ayudar a las personas y que la vida sea mejor para todos. B, Zafir entró en España escondido en un camión, cuando apenas era un niño. Ahora tiene 23 años. Consiguió su permiso de residencia por una modificación del Reglamento de la Ley de extranjería que forzamos desde la sociedad civil. Cuando las leyes son injustas es urgente cambiarlas. Las vidas de muchos y muchas B. Zafir nos lo reclaman.



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