lunes, 12 de febrero de 2018

SOBRE FÓSILES, CAMBIOS Y MOVIMIENTO

Jorge Drexler siempre me da que pensar. Acabo de escuchar su canción Movimiento y he quedado conmovida por la verdad que encierra y por nuestras resistencias a encararla:e Vamos con el polen en el viento y estamos vivas porque estamos en movimiento. Sin embargo, ¡cuánto nos cuestan los cambios!. Desde las rutinas más cotidianas pasando por los hábitos del corazón a las trasformaciones históricas en las que andamos apostando la vida. Tendemos a institucionalizarlo casi todo y lo que nace con vocación de novedad a menudo termina domesticándose. 

Como diría Lucho Espinal [1], todos podemos llevar un fósil dentro de nuestra conciencia y de nuestro corazón. Los fósiles son imparciales. No pueden arriesgarse a tomar partido por algo antes de que haya triunfado. Son más espectadores que actores y nunca intervienen en lo que todavía no está maduro. ¡Hay tantas instituciones y colectivos fósiles!. Cuando llegaron atrajeron algo nuevo. Eran un empuje hacia adelante, pero donde está hoy su novedad?. 

Por eso a partir de una edad es obligado que nos hagamos esta pregunta: ¿Seremos también nosotros y nosotras fósiles? ¿Facilitamos que cada nueva generación haga su propio camino de libertad y búsqueda o aspiramos a que sean repetidores de lo que hay?,¿Dejamos que avance el futuro o por el contrario lo taponamos erigiendo en dogma, ley, o absoluto, los aprendizajes y sabidurías adquiridas en la vida?.
 Para verificar esta cuestión nada mejor que tomar el pulso a nuestra capacidad de riesgo y mirar a ver si nos pone nervioso lo nuevo, lo fronterizo. La vida es cambio, como dice Drexler en su canción: lo mismo (….), los pájaros, los alfabetos si quieres que algo se muera déjalo quieto. Pero el movimiento ha de ser de dentro a afuera porque los verdaderos cambios requieren profundidad de corazón y de conciencia y pasar por la toma de decisiones concretas que lleven a modificar las prácticas, porque si no quedarán reducidos a pura retórica, a un mero cambio de lenguaje pero vacío por dentro.

Vivimos tiempos desconcertantes, en los que la realidad nos recuerda de continuo que el tiempo es siempre superior al espacio y que no hay cambio sin procesos (EG 222 ) y que el trigo y la cizaña conviven juntos (Mt 13,24-43). Por eso se trata de posar la mirada en el trigo cada día y empujar su crecimiento, porque la cizaña ya sabemos que está y no queremos darle más poder del que ya tiene . 

Lo mismo sucede con los cambios en la iglesia o en la política. Sin duda el liderazgo de Francisco está empeñado en romper algunos muros históricos que han separado a la iglesia del mundo y está trayendo frescura, libertad y creatividad a muchas comunidades cristianas y colectivos que se sentían huérfanos de iglesia y facilitando la vuelta a casa de quienes habían sido expulsados de ella. El acontecimiento Francisco está provocando un movimiento de recuperación de la ilusión, de atención y deseo de salida a las periferias, de reencuentro del cristianismo con la ecología y los movimientos populares etc. 

Pero a la vez lo nuevo convive con lo viejo y lo viejo sigue siendo el clericalismo, la norma, la rigidez, el derecho canónico por encima del amor y del evangelio, la resistencia a la comunidad de iguales, los prejuicios hacia las mujeres, y el miedo a que otras identidades sexuales, diferentes a la normativa puedan vivir y encontrar su lugar en la iglesia. 

Desde un punto de vista social sucede un poco lo mismo. La crisis económica y su forma de gestionarla ha generado y sigue haciéndolo mucho sufrimiento. Han surgido formas nuevas de pobreza y para mucha gente la vida es antes y después la Reforma Laboral, la ley Mordaza, etc, pero a la vez la crisis ha hecho estallar formas nuevas de solidaridad, de organización comunitaria, la puesta en marcha de procesos de democracia participativa, y ha hecho que la política este más en las calles.

 Las generaciones jóvenes están hoy más interesadas por la política que en décadas anteriores y en los barrios se ha sobrevivido y sobrevive por las formas colectivas de creatividad social. Sin embargo lo que no es nuevo es la sombra de la xenofobia y el terror y como está siendo utilizada mediáticamente para sembrar el rechazo al diferente, los neofascismos y las guerras entre pobres, pero afortunadamente junto a estas corrientes existen también otras que no se cansan de recordar a la ciudadanía que por muchas Le Pen o Trump que haya ningún ser humano es ilegal y que la hospitalidad y la acogida son un derecho y un deber humano. 

Dice Drexler en su canción que somos una especie en viaje y que es más mío lo que sueño que lo que toco. Porque es el poder de los sueños el que nos pone en movimiento, como a tantas personas migrantes hoy en nuestro mundo. Sueños como el de Atou, que porque sus hermanos pequeños fueran a la escuela aguantó tres devoluciones en caliente y hoy es pinche de cocina en una restaurante de la calle Princesa, o como el de Leyla, que por el sueño de una vida libre de un matrimonio concertado cruzó cinco fronteras y hoy tiene una hija, que como ella dice, se casará si quiere por amor, como su madre, o como Dallou, tres veces devuelto de Marruecos a Argelia y al que su sueño de vivir una sexualidad libre sin miedo a las leyes homófobas de su país le ha hecho resiliente hasta límites insospechados y hoy forma parte del colectivo La cera de enfrente.

Las personas desplazadas, migrantes y refiguradas nos devuelven un icono de la condición humana: El riesgo por buscar la vida. Porque una vida que merece la pena ser vivida es siempre en camino, en travesía, en salida de sí; un permanente éxodo: físico, mental, cordial, espiritual. La instalación es la no vida, el embotamiento de la sensibilidad que termina conduciéndonos a la indiferencia hacia quienes no tienen nuestros privilegios y constituyen una amenaza para los mismos. Sin embargo, esta verdad se nos resiste a menudo a los creyentes. 

Quizás por el lastre heredado de una paradigma teológico y espiritual muy aristotélico, centrado en lo inmutable, en la idea de Dios como motor inmóvil y no dynamis, Ruah en movimiento, continua creación y recreación. Quizás por eso la fidelidad se entiende más como permanencia y mantenimiento que como cambio y transformación, se identifica más con la imagen de las cariátides, esas columnas con formas de mujer que sostienen los templos griegos, que con los exploradores y exploradoras que se atreven a ensayar caminos nuevos. 








[1] Lucho Espinal, testigo de nuestra América, https://books.google.es/books?id=QmDrjqjlzfYC&pg=PA127&lpg=PA127&dq=LLuis+Espinal

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