Soy Rosika Schwimmer. Formo parte de esa estirpe de mujeres convencidas que las guerras son el fracaso de la humanidad y cuyas convicciones y activismo pacifista nos hizo y hace tremendamente incómodas y peligrosas ante el poder-dominación hasta intentar borrarnos de la historia. Por eso soy una gran desconocida para muchos y muchas. Mi biografía y parte de mi legado escrito y fotográfico se conserva en los archivos de la Biblioteca Pública de Nueva York, en 176 cajas, que con tanto amor y admiración preservó para la historia mi gran amiga Edith Wynner.
Nací en Budapest en el año1887, cuando Hungría daba sus últimos coletazos como parte del imperio austro-húngaro y se alimentaban sueños nacionalistas y bélicos en una Europa demasiado crispada, que daría origen a la primera guerra mundial. Pese a ello, sin embargo, yo nunca tuve ningún sentido de nacionalismo, sino una conciencia cósmica de pertenecer a la familia humana.Nací en el seno de una familia judía, no religiosa, de clase media, por lo que tuve el privilegio de acceder a una educación esmerada que abriría mis horizontes de vida y mi conciencia crítica. Mi padre era comerciante de ganado y mantuvo importantes relaciones comerciales con el sultán de Turquía. Mi madre, por su parte, estuvo muy vinculada a escritores y activistas pacifistas que influyeron notablemente en nuestra familia.En 1891 me gradué en la Escuela Pública y más tarde completé estudios en una Escuela de Negocios, algo bastante inusual en una mujer en la Hungría de mi época. La música y los idiomas fueron también algunas de mis grandes pasiones. Dominé cuatro lenguas: el húngaro, el alemán, el inglés y el francés y podía leer en otras cuatro: holandés, italiano, noruego y sueco. Desde muy joven entendí que la liberación de las mujeres pasaba por la autonomía económica y el derecho a la formación y al voto. Por eso muy pronto me hice sufragista. Trabajé algunos años como institutriz y más tarde, en 1897, empecé a trabajar como corresponsal en la Asociación Nacional de Trabajadoras de Oficina, que en 1901 me elegiría presidenta.
Una de nuestras mayores reivindicaciones fue la lucha por la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Lo cual me llevó a relacionarme con organizaciones internacionales de mujeres y a establecer contacto con las feministas más destacadas del momento. Esta experiencia y la injusta situación de las mujeres trabajadoras en mi país, me llevó a fundar, en 1903, junto a Mariska Gárdo, la Asociación de Mujeres Trabajadoras de Hungría, que muy pronto tendríamos representación internacional en las redes de mujeres sufragistas del mundo, como la International Woman Suffrage Alliance.
El apoyo y la amistad con las sufragistas norteamericanas, especialmente con Carrie Chapman Catt, me animó a fundar, junto con mi gran amiga Vilma Glucklich la Asociación de mujeres de Hungría, la primera asociación feminista en nuestro país. Nuestro objetivo no era solo la lucha por el derecho al sufragio, sino por la igualdad en todos los aspectos de nuestra vida: educación, salud, trabajo, derechos reproductivos, cambios legislativos, etc. Estábamos convencidas que conseguir el sufragio no cambiaría nada si las mujeres no éramos reconocidas como sujeto de derechos, con capacidad de agencia y si nuestras aspiraciones a vidas libres y plenas no eran protegidas y favorecidas por cambios legislativos concretos.
Mi activismo me llevó en numerosas ocasiones a ser despedida, pero encontré el modo de “ganarme la vida”, como traductora o con trabajos puntuales para periódicos y revistas feministas progresistas de aquel momento, como la agencia de noticias Lloyd`s. Mis conferencias y artículos no dejaban a nadie indiferente, provocaban siempre un posicionamiento. Cuando fundamos la revista Mujeres y Sociedad, de la que fui primera editora, la hostilidad hacia mi persona creció y mi pensamiento aún más, pues en ella abordamos temáticas como el abuso sexual o la complicidad de las leyes con la pobreza y el sufrimiento de las mujeres, etc. La prensa más conservadora, pero también algunos sectores progresistas me tildaron de “monstruo femenino “y de “pretender acabar con la familia”. En 1911 me casé con el periodista Pál Bédy. Pero nuestro matrimonio apenas duró dos años.
En 1913, junto con otras compañeras organizamos la Séptima Conferencia de la Alianza Internacional por el Sufragio Femenino, en la que participaron 3000 delegadas internacionales. El ambiente de pre-guerra ya estuvo muy presente entre nosotras, al igual que la diversidad de posturas a tomar ante una posible guerra mundial. Así fue como empezó la división entre las sufragistas, las que nos posicionamos con una postura pacifista frente a la guerra y las que entendieron que era necesario tomar las armas.
Mis convicciones pacifistas me situaron nuevamente en una posición incómoda
pues siempre estuve convencida que: “Los derechos de las mujeres, los
derechos de los hombres, los derechos humanos, todos están amenazados por el
siempre espectro del a guerra, tan destructivo ahora de los valores materiales
y morales, que hacen que la victoria sea indistinguible de la derrota
Con gran dolor viví el inicio de la guerra en Londres, donde estaba trabajando como secretaria de prensa de La Internacional Woman Sufrage. Fueron tiempos muy duros en los que viví muchas humillaciones, acusada siempre de extranjera y enemiga, pues mi país estaba en el bando contrario. Mi compromiso como sufragista y pacifista me empujó a migrar a Estado Unidos para poder seguir con estas actividades. En 1915, 9 meses después de haberse iniciado la guerra, mujeres pacifistas del mundo, convocamos el Congreso Internacional de Mujeres de la Haya.
Nuestros objetivos eran ambiciosos y claros: protestar contra la locura y el horror de la
guerra, elaborar una estrategia de paz y hacer un llamamiento a la mediación
inmediata de países neutrales. El congreso movilizó a miles de mujeres que se
jugaron la vida en el viaje: las delegadas alemanas fueron retenidas en las fronteras,
las francesas y rusas no pudieron llegar finalmente. Yo fui cacheada y retenida
también en algunas fronteras. El Congreso fue presidido por la norteamericana
Jane Adams. Ambas coincidíamos en que el compromiso con la paz tenía que ser
forzosamente un compromiso con las clases sociales más empobrecidas porque es
imposible la paz sin justicia social y económica.
En este Congreso se sentaron las bases del movimiento internacional de mujeres por la paz, y fue también el origen de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad-Women´s International League por Peace and freedom (WILPF), que por cierto, actualmente gran parte de sus energías en este momento están puestas en la denuncia y el fin del genocidio palestino. Al terminar el Congreso organizamos delegaciones para llevar nuestras resoluciones a los jefes de gobierno de Europa y Estado Unidos, Yo participé en 35 delegaciones. Hablé en las puertas de las fábricas y en lugares públicos de 60 ciudades. En numerosas ocasiones compartí tribuna con la también pacifista y sufragista Emmeline Pethick Lawrence. Aun me conmueve la imagen de hermanamiento que evocamos juntas dos mujeres cuyos países estaban enfrentados por la guerra y que se convirtió en un poderoso símbolo de nuestra propuesta pacifista. Conseguí que Henry Ford financiara la iniciativa del Barco por la paz, una iniciativa para recorrer el Mediterráneo y propiciar un acuerdo entre los países en guerra y que finalmente fracasó.
Al terminar la guerra, aunque seguí residiendo en Estados Unidos renové mi actividad en Europa. El imperio Austro- húngaro había desaparecido con la contienda y daba sus primeros pasos la república húngara. Fue entonces cuando el primer ministro Mihály Kárdhyi me ofreció ser embajadora en Suiza. Así lo hice durante unos años, hasta que, en 1919, el gobierno comunista de Bel Kun me privó de mis derechos civiles y tuve que migrar de nuevo, esta vez a Viena, huyendo del antisemitismo.Dos años después lo haría de nuevo a Estados Unidos, Tampoco allí lo tuve fácil. Me vi constantemente asediada por campañas de difamación, colocada en listas negras por mi activismo pacifista.
Llegué incluso a ser acusada de espionaje y de ser miembro de una conspiración judía contra el gobierno. Se me denegó sistemáticamente la nacionalidad estadounidense por no querer firmar un documento que me obligaba al compromiso de coger un arma en defensa del país. Mantuve batallas legales en los tribunales, escribí a Einstein buscando su apoyo y conseguí ganar la apelación, pero en 1929 la Corte Suprema fallo en contra. No tuve otra opción más que vivir en Estados Unidos como apátrida hasta mi muerte, pero no cejé en mi compromiso con las mujeres y el pacifismo. Corrían entonces de nuevo climas bélicos y totalitaristas en Europa. Por mi condición de judía y pacifista volver a Europa era un suicido y por ello decidí permanecer, en condiciones de vida muy precarias en Estados Unidos apoyada y sostenida en amigas incondicionales.
Si
cuando en1914 llegue a Estados Unidos la prensa americana me recibió como una
destacada pacifista y feminista húngara y los periódicos judíos me aclamaron
orgullosos de mis orígenes y mi compromiso con los derechos humanos en Europa y
América, 15 años después me había convertido en una refugiada política
empobrecida y apátrida, incluida en las listas negra de personas
antiamericanas. Pero todas estas dificultades no doblegaron mi
espíritu ni mi compromiso por la paz.
Junto con Lola Maverick Lloyd
fundamos la Campaña por el Gobierno mundial, con una visión muy avanzada
de la necesidad de un organismo que velara por la paz mundial y persiguiera y
juzgara a quienes la destruyen. Muchos años después sobre esta idea y esfuerzos
se creará el Tribunal Internacional de la Haya para proteger a los
ciudadanos y ciudadanas de los crímenes de guerra de lesa humanidad y los
genocidios.
En 1948 fui nominada al Nobel de la
Paz con el apoyo de organizaciones feministas y pacifistas del mundo, pero más
a modo simbólico que efectivo, pues contaba con muy pocas posibilidades por la
radicalidad de mis opciones. Mi gran amiga Edith Wynner cuidó de mi en los
momentos más duros de mi vida en Estados Unidos hasta mi muerte en Nueva York
en el año 1948 y preservó mi legado. Legado, por cierto, que hace unos años el
investigador y escritor vasco, Kirmen Uribe ha desempolvado de la amnesia
social con la novela La vida antes de los defines.
Mi espíritu sigue vivo en las
mujeres de la WILFP las mujeres de Negro y tantas mujeres antimilitaristas en estos
tiempos de remarme mundial y nuevos rostros de fascismo y totalitarismo.
BIBLIOGRAFÍA
MUJERES
DE NEGRO DE MADRID, Mujeres que se opusieron a la primear guerra mundial,
Madrid, 2028.
Liga
Mundial de las mujeres por la paz y la libertad
https://wilpf.es/
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