La fuerza del testimonio
El testimonio interpreta los signos y hace creíble la fe. El testimonio de Juan Bautista como el de tantos hombres y mujeres testigos en la historia de la iglesia nos mueve a la autenticidad en el seguimiento de Jesús y a dar razón de nuestra esperanza. Pero el testimonio para ser veraz requiere la hondura y la gratuidad de la experiencia. Las palabras se tornan huecas si antes no han sido pasadas por el corazón. Por eso el cultivo de la interioridad y la personalización son condiciones imprescindibles para un testimonio profético.
La Buena Noticia del Evangelio más que apalabrar se encuerpa y dar testimonio de ella, más que un imperativo ético, es un don del Espíritu que nace del agradecimiento y la alegría, aunque conlleve costes. Por eso el hombre y la mujer testigo lo son desde una experiencia de radical humildad y confianza en un Amor mayor que les sostiene y sobrepasa.
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